Contaba en redes sociales que la primera vez que escuché a Eloy Fernández Clemente, era yo un adolescente (porque yo también he sido adolescente) estudiante del Instituto para más señas; vino el profesor a disertar sobre la historia del Ferrocarril turolense, uno de esos proyectos de ahínco de la historia de la provincia que en los tiempo actuales te hace recordar aquello de que unos llevan chistera y otros visten de joteros.
Cuando escucho a un hombre pleno de sabiduría siento por un lado el inmenso placer de cada palabra, cada dato, cada matiz. Por otro la rabia del conformismo tradicional de esta tierra, de esa incapacidad de levantarse que en ocasiones –demasiadas- nos caracteriza, la inconsciencia de lo importante que es tener comunicaciones, ventanas al mundo y sobre todo ambicionar futuro, sin ambición para la tierra no hay futuro, sin futuro no hay vida, al final nuestros pueblos entonaran por culpa del censo de mequetrefes que deberían trabajar por su progreso la despedida al estilo de Benasque “el que tenga gente que viva y el que no que se la casque”.
Y no es que Aragón de norte a sur y Teruel de este a oeste, sea tierra baldía en cuanto a pensamiento del bueno, todo lo contrarío, en la historia de vanguardia de ese pensamiento los momentos primigenios se vivieron en Teruel, ya lo dije hace ya unos años en estas mismas páginas, aquí fue donde se abrieron las ventanas de la lucha por el desarrollo de la tierra de la libertad y la cultura, fue allá en la segunda mitad de los sesenta. Por la enseñanza media turolense pasaron Labordeta, Fernández Clemente, Sanchís Sinesterra y en los setenta Ánchel Conte, ejemplos preclaros de lo que se vino a denominar en pensamiento el aragonesismo como idea de progreso, que no conviene confundir con el “joterismo” que a su vez poco tiene que ver con la jota como raíz y expresión, el joterismo es pesebre, agencia de colocación y encima tiene la desfachatez de erguirse delante de un micrófono en portavoz de pensamientos como los de maestro Eloy Fernández Clemente.
Vivimos tiempos de cinismo, donde tener redes sociales, y carnet de un partido mayoritario permite a determinados satélites coronarse como “Reyes del intelecto local/provincial” sonroja algunos datos que se filtran a la opinión pública reescribiendo la historia al antojo de de cuatro iluminados, en cuyos trabajos el rigor científico ni está ni se le espera, sin olvidar ciertos periodistas que hacen de la cultura un elemento “Chupi”. En esta vida hay que diferenciar Cultura con mayúsculas de simple espectáculo, y sobre todo de actuación “estilo cascala”.
Eloy Fernández Clemente rescató la cultura como pilar básico del pensamiento aragonés, sin dejar a un lado el contexto social; alertó sobre el ferrocarril como elemento de progreso, miró de frente en sus etapas de Andalán la realidad aragonesa, sobre todo lugares como la provincia de Teruel y también los pueblos de Huesca y Zaragoza, donde el caciquismo había silenciado cualquier espíritu libre, la realidad de lo que pasaba, en pueblos y ciudades tuvo en esta publicación altavoz sin censura, análisis que iban desde el estado de los núcleos, de la sanidad, de las infraestructuras a la libertad de pensamiento, de orientación sexual o religiosa.
Generación de hierro
Hay una generación de hierro que se apaga, esa que vivió la guerra y que nos dio comida, estudios y vida sin estrecheces, hay otra generación, la de las letras y los poemas que se hace mayor, esa nos dio pensamiento, entendimiento para amar la tierra y fue pionera de lucha, mucha lucha por la identidad, por el futuro, por los estudios y sobre todo por la verdad de la historia, tanto la que nos enorgullece como la que nos avergüenza. Como sociedad debemos recoger ese legado, el de ese trabajo del que Teruel como provincia debe enorgullecerse, esta es la tierra que dio luz, frío y calor a esos pensamientos y también a los artistas y estudiosos del arte, a los Trullenque, Alegre, Buñuel, Gonzalvo, Chomón, Serrano, Pertegaz, Carbonell, Borrás y una larga lista que sigue creciendo.
El tren llegó a Teruel tarde y mal, dijo Eloy Fernández Clemente en aquella primera charla que escuche como estudiante de instituto. Invito a la reflexión que hace al final de su Cartilla turolense sobre el ferrocarril: Es una historia con más sombras que luces, quizá, pero una historia hermosa al fin, de unos antepasados que creían en sus futuro y luchaban por el denodadamente.