El 16 de marzo de 1933 en Madrid nacía Teresa Berganza. Ese mismo año, el 19 de mayo en Teruel venía al mundo Antón García Abril. Dos genios de la clásica española, dos ejemplos de trabajo y brillantez. En un viernes 13 cargado de negatividad se nos marchaba la mezzo del siglo como decían en la Italia operística. Con tan solo 25 años hizo junto a la gran María Callas Medea en la Dallas del petróleo y allá la diva griega auguró un futuro grande para la española.
La música está triste, los hijos de esa música y la cultura pierden a uno de sus grandes referentes. Y la Berganza se fue sin hacer ruido, lo que no es óbice para que este país y una buena parte de su información se tomara al pie de la letra lo de no hacer ruido. En la mayoría de los diarios la noticia no paso de una referencia discreta o de agencia, incidiendo más en los fuegos artificiales que en la brillantez de una carrera que es referente de la música mundial. Digamos que se aplicó al pie de la letra eso de que la ópera es para minorías, precisamente en un momento en que las representaciones cada vez concentran un número más variopinto de espectadores y los teatros que acogen el género están más abiertos a todo tipo de conciertos.
En el Real de Madrid hemos visto desde la entrega de los Goya hasta el sorteo de la Lotería de Navidad, pasando por conciertos en vivo y en directo de Bisbal o Raphael, total “qué sabe nadie”. En 2021, entre ola y ola, mientras me aplicaba en el retrato de Antón García Abril para los sinfónicos valencianos, tenía muy presente lo que me dijo en 2008 Teresa Berganza en el Teatro Real: “Antón García Abril es el compositor más importante del mundo en la clásica contemporánea”. Luego yo le trasladé la frase no sé cuántas veces a mi buena amiga Mari Carmen Muñoz, que como es una persona tan encantadora no dijo aquello de me los has dicho un montón de veces pesadico.
La cultura es ese dique que contiene la intolerancia, que da libertad al individuo; la cultura es y debe ser una aspiración de la sociedad para ser más justa y libre. Desgraciadamente ahora mismo en la información diaria priman otras cosas, al menos a nivel global: gasolinas, inflaciones, adhesiones y por supuesto guerra son los temas estelares en la portada diaria. Tan solo los medios con cierta independencia económica o por su carácter público abordan estas cuestiones. Para mí fue un viernes 13 lleno de tristeza por la pérdida de una artista con letras de oro, un día lleno de negatividad. Eso sí, tuvimos Chanel hasta en la sopa; y no seré yo quien no reconozca el talento como bailarina y artista de la joven representante de RTVE en el festival, pero dicho esto la canción por muy tercera que haya quedado no me ha gustado ni me gusta nada, sin dejar de reconocer y aplaudir que su interpretación fue de una profesionalidad impecable; tampoco me emocionó el vestuario; ahora, mejor Palomo Spain que el estilo Rottenmeier que tanto impera últimamente a la sombra del mudéjar.
Dicen los viejos del lugar (sea cual sea el lugar) que la reputación tarda mucho en forjarse y minutos es desmoronarse; a la cultura y al patrimonio le ocurren lo mismo. La muerte, algo tan inherente al ser humano, te quita la persona que ha puesto su parte junto a otros en la banda sonora de tu vida. El siglo XXI por fortuna nos deja suficiencia técnica para poder seguir disfrutando de ese arte. También lo hacía el anterior a modo de grabaciones e imágenes, un archivo artístico que nos permite conocer y seguir disfrutando de grandes páginas, como en el caso de Teresa Berganza aquella Carmen del Garnier de París en 1980, con la batuta de Claudio Abbado y el don José de Plácido Domingo que sigue siendo considerada por franceses y otros amantes del arte en el mundo como la mejor Carmen de la historia; el día que Carmen por fin fue española titulaba Le Figaro después del estreno.
La otra manera de desmoronar las huellas de aprendizaje de una sociedad es con unos cuantos kilos de dinamita o cosa similar, y en pocos minutos adiós a la parte de la historia que nos atañe como provincia, mientras las redes arden (tampoco mucho no vamos a exagerar). Visto el viernes 13 con la dinamita en Andorra, me viene a la memoria La Tempranica de Gerónimo Giménez y su zapateado cuya interpretación fue siempre tan sublime en la voz de Teresa Berganza. Porque en lo que a la gestión que se hace de esta tierra, podríamos decir que aquí la política es un bicho muy malo, no se mata con piedra ni palo.