Muy poca gente de cuarenta para abajo conoce o ha oído hablar del Ungüento Cañizares, creación de una farmacia de Valencia allá por el lejano 1896. Las abuelas lo tenían siempre a mano, eran tiempos de roces, picaduras, hierros robinados y pozales de chapa; con posterioridad se extendió la idea de que servía para todo y cuando alguien demostraba destrezas le aplicaban el dicho “eres como el Ungüento Cañizares, para todo sirves”.
Hay figuras que no sé si sirvieron para todo, pero sirvieron para el arte, ese séptimo concretamente; en ocasiones se tiene la frívola idea de que la gente del arte vive de puta madre, en la mayoría de los casos nada más lejos de la realidad. La que con los años sería conocida como Doña Concha, salió de su Valencia natal -pasando muchas estrecheces- con tan solo 16 años y nada menos que a Nueva York; se imagina el personal lo que era ir a Nueva York en 1922, pues si ir de Teruel a Valencia era una odisea, no me quiero imaginar, aunque en la actualidad del XXI ir en autobús a Valencia es en cierta medida otra odisea y de las kafkianas, pero esa es otra historia. La de Concha Piquer es de esas páginas que conviene releer, creo que es un referente importante tanto en cine como en música, pero en España somos como somos y nos gusta denostar. Ningún moderno en Francia cuestiona la figura de Édith Piaf, los modernos en España son de otra pasta, diría que muchos tienen el problema de utilizar los libros para calzar muebles y no para lo que se deben utilizar.
Cierto es que la vida de Benito Perojo tuvo menos estrecheces en la infancia que la de Concha Piquer, pero no es menos cierto que Benito fue un hombre que cultivó su gran pasión, el cine, primero como actor haciendo cortos y creando un personaje a la sombra del gran Chaplin que llamo Peladilla. Benito Perojo pone en marcha su apuesta por un cine de corte musical y en alguna ocasión con cierto tipismo andaluz, eso le llevará a discutir con poetas e intelectuales e incluso con Buñuel, pero seamos sinceros discutir con Buñuel no era materia difícil, el calandino daba grandes facilidades en el tema. Perojo que no era de Teruel ni de Valencia, era de Madrid y con antecedentes cubanos y se fue a Francia; tampoco hay que olvidar que en 1923 un “salvapatrias” había dado un cuartelazo en España y estábamos de dictadura, que por cierto como todos saben no fue la última. En esos años de escasez de medios para el cine patrio, Francia fue lugar de realización de grandes películas españolas bajo el paraguas de la coproducción, afirmaba Raymond Chirat el historiador francés que lo sabía todo sobre el cine de su país, que Francia puso los medios para el talento cinematográfico español de los años veinte.
Y en Francia estaba Segundo, el turolense al que parece que algunos no le perdonan que solo naciera en Teruel, pero queridos hijos del Torico y la estrella, en Teruel hacer cine era complicado en la recta final del siglo XIX, más bien era imposible,; hay personicas humanas que no entienden estas cosas y hubieran preferido que Antón García Abril se hubiera quedado en Teruel montando tal vez un tienda de música y discos, tanto clásicos como modernos y jotas por supuesto; que Manuel Pertegaz no hubiera salido de Olba y hubiera sido el sastrecillo del Mijares probablemente hubieran cobrado en pollos, huevos y matanza la mayoría de las veces; estas mismas mentes pensantes se extrañan de que Ava Gardner (nacida Ava Lavinia) no se quedara sirviendo cafés en su Grabtown natal aldea de Carolina del Norte, trabajando de camarera en ese bar de carretera que es clónico en las llanuras norteamericanas, pero quiso ser actriz y en Grabtown salvo representaciones en el salón parroquial no había mucho más que hacer.
En suma, en el arte importa la contribución a la creación e importa menos donde vives, en el mundo del cine que ya tiene una historia, Segundo de Chomón va asociado a genio, como lo es Griffith que nació en La Grange, Kentucky o Sergei Eisenstein que nació en Riga capital de Letonia, y remarcaremos que Segundo de Chomón nació en Teruel, en la calle Chantría y un día siendo hombre de cine, trabajó con Concha Piquer, Benito Perojo, Raymond de Sarka en una maravillosa película de 1927 que los turolenses de la época verían seguramente en el Salón La Parisiana fundado por Arsenio Perruca, otra personalidad emprendedora nacida en Teruel, y nos quedamos con que todo eso es una bella historia de película.
Hay figuras que no sé si sirvieron para todo, pero sirvieron para el arte, ese séptimo concretamente; en ocasiones se tiene la frívola idea de que la gente del arte vive de puta madre, en la mayoría de los casos nada más lejos de la realidad. La que con los años sería conocida como Doña Concha, salió de su Valencia natal -pasando muchas estrecheces- con tan solo 16 años y nada menos que a Nueva York; se imagina el personal lo que era ir a Nueva York en 1922, pues si ir de Teruel a Valencia era una odisea, no me quiero imaginar, aunque en la actualidad del XXI ir en autobús a Valencia es en cierta medida otra odisea y de las kafkianas, pero esa es otra historia. La de Concha Piquer es de esas páginas que conviene releer, creo que es un referente importante tanto en cine como en música, pero en España somos como somos y nos gusta denostar. Ningún moderno en Francia cuestiona la figura de Édith Piaf, los modernos en España son de otra pasta, diría que muchos tienen el problema de utilizar los libros para calzar muebles y no para lo que se deben utilizar.
Cierto es que la vida de Benito Perojo tuvo menos estrecheces en la infancia que la de Concha Piquer, pero no es menos cierto que Benito fue un hombre que cultivó su gran pasión, el cine, primero como actor haciendo cortos y creando un personaje a la sombra del gran Chaplin que llamo Peladilla. Benito Perojo pone en marcha su apuesta por un cine de corte musical y en alguna ocasión con cierto tipismo andaluz, eso le llevará a discutir con poetas e intelectuales e incluso con Buñuel, pero seamos sinceros discutir con Buñuel no era materia difícil, el calandino daba grandes facilidades en el tema. Perojo que no era de Teruel ni de Valencia, era de Madrid y con antecedentes cubanos y se fue a Francia; tampoco hay que olvidar que en 1923 un “salvapatrias” había dado un cuartelazo en España y estábamos de dictadura, que por cierto como todos saben no fue la última. En esos años de escasez de medios para el cine patrio, Francia fue lugar de realización de grandes películas españolas bajo el paraguas de la coproducción, afirmaba Raymond Chirat el historiador francés que lo sabía todo sobre el cine de su país, que Francia puso los medios para el talento cinematográfico español de los años veinte.
Y en Francia estaba Segundo, el turolense al que parece que algunos no le perdonan que solo naciera en Teruel, pero queridos hijos del Torico y la estrella, en Teruel hacer cine era complicado en la recta final del siglo XIX, más bien era imposible,; hay personicas humanas que no entienden estas cosas y hubieran preferido que Antón García Abril se hubiera quedado en Teruel montando tal vez un tienda de música y discos, tanto clásicos como modernos y jotas por supuesto; que Manuel Pertegaz no hubiera salido de Olba y hubiera sido el sastrecillo del Mijares probablemente hubieran cobrado en pollos, huevos y matanza la mayoría de las veces; estas mismas mentes pensantes se extrañan de que Ava Gardner (nacida Ava Lavinia) no se quedara sirviendo cafés en su Grabtown natal aldea de Carolina del Norte, trabajando de camarera en ese bar de carretera que es clónico en las llanuras norteamericanas, pero quiso ser actriz y en Grabtown salvo representaciones en el salón parroquial no había mucho más que hacer.
En suma, en el arte importa la contribución a la creación e importa menos donde vives, en el mundo del cine que ya tiene una historia, Segundo de Chomón va asociado a genio, como lo es Griffith que nació en La Grange, Kentucky o Sergei Eisenstein que nació en Riga capital de Letonia, y remarcaremos que Segundo de Chomón nació en Teruel, en la calle Chantría y un día siendo hombre de cine, trabajó con Concha Piquer, Benito Perojo, Raymond de Sarka en una maravillosa película de 1927 que los turolenses de la época verían seguramente en el Salón La Parisiana fundado por Arsenio Perruca, otra personalidad emprendedora nacida en Teruel, y nos quedamos con que todo eso es una bella historia de película.