Hemeroteca: el rescate de la luz y la grandeza de la iglesia barroca más importante de Teruel
Hace 25 años se estrenaba la restauración del interior de la Iglesia de El SalvadorPolvo, humedad, abandono y la mano del hombre tenían apagada la majestuosidad de esta iglesia que sin duda se va a convertir en el conjunto monumental más importante de la ciudad, rematado por la espectacularidad de la remozada torre de El Salvador vaticinaba el periodista Javier Atienza, en su crónica en este periódico de la restauración del interior de la Iglesia de El Salvador. El año 1993 fue el de la recuperación de este conjunto monumental; primero con la restauración de la torre mudéjar, que se inauguró para la festividad de San Jorge, y a final de aquel año, el interior de esta iglesia barroca, la más importante de la provincia, decía aquella crónica.
La restauración del interior de la Iglesia de El Salvador ha permitido rescatar la luminosidad y grandeza barroca, que este monumento escondía leíamos en aquella crónica, en la que se podía entrever la admiración que suscitaba descubrir el arte escondido en el templo.
El trabajo de restauración corrió a cargo del equipo de trabajo Antique, salido de la Escuela Taller Laspaules de Huesca, que se centró en tres aspectos: recuperar el esgrafiado de toda la iglesia, rescatar la calidad de los retablos y restaurar el conjunto monumental del coro (reja, mobiliario y el exterior del órgano).
Junto a ellos ha hecho falta el trabajo de otros artesanos: pintores para recuperar las paredes de color plano: carpinteros para remozar puertas, y vidrieros para sustituir los arcaicos cristales que iluminan la bóveda por vidrios de primera calidad, decía el texto.
Serigrafiado desaparecido
Cuando la memoria falla y olvidamos el aspecto de la iglesia antes de su recuperación, conviene echar mano de la descripción de esta crónica periodística, que nos recordaba cómo se percibía esta iglesia antes de que el buen hacer de los expertos recuperara su esencia.
El serigrafiado, estimado del año 1700 decía el texto, que realza todo El Salvador había desaparecido bajo el polvo, el humo de las velas, el paso del tiempo y la mano del hombre, que había cambiado el aspecto original, a partir de las distintas modas. Estas ‘desvirtuaron por completo este arte decorativo que consiste en finos estucados de yeso, confeccionados y fijados por plantillas que se repiten a lo largo de toda la iglesia.
Y eso provocó que durante decenas de años este monumento era de paredes negras en las que se entreveía algo blanco, a modo de finas vetas, que parecía el muro, y tras la restauración, era justo al revés, describía la crónica.
El Salvador es blanco y luminoso, geométrico y perfecto. Gracias a lo que en el Renacimiento se conocía como “horror vacío”, es decir, horror al vacío de las paredes, hoy el Salvador está lleno de dibujo y de forma.
Pero para verlo así, habían hecho falta interminables horas de lija, hasta diez diarias y a mano, aspirador y paciencia. La luminosidad blanca que se desprende de paredes y bóvedas se confunde con el resplandor dorado que emana de los siete retablos que ahora sí que lucen con todo su esplendor dentro del conjunto ornamental decía el texto, que recordaba que dos años antes se había actuado sobre ellos, limpiándolos de polvo, pero seguían rodeados de la oscuridad de la iglesia. Y de entre todos ellos, destacaba el altar mayor “pura máquina barroca” en terminología de los expertos, que se ve acentuado por la presencia del Cristo de las Tres Manos y rematado por el lienzo de La Adoración de los Reyes’.
La restauración, continuaba la crónica, había llegado también al coro y la sillería, y anunciaba la actuación en el órgano en los próximos meses. Hubo hasta sorpresa, la aparición de dos imágenes que estaban situadas a los lados de una imagen del Santísimo Cristo del Salvador.
En la bóveda, atacada por la humedad, optaron por limpiar y reintegrar las partes perdidas según recogía aquel reportaje. En las zonas bajas tuvieron que completar el dibujo pintando a mano y haciendo frente a las humedades también, de hasta un metro de altura, con pinturas y productos químicos especiales.
Ante la inauguración
El 17 de diciembre de 1993, dos días antes de la inauguración, el periódico dedicaba más páginas a los trabajos en el templo, empezando con un mensaje del párroco, Valero Albalate Benages, en el que desgranaba el agradecimiento a la entonces Diputación General de Aragón que había costeado en su totalidad las obras de la torre y el tejado, a través de la Consejería de Cultura y la Dirección General de Patrimonio.
Detallaba además otros gastos que se habían afrontado con 4 millones de fondos parroquiales, dos millones donados por los feligreses y 4 millones por el Obispado en convenio con l Diputación de Teruel, además de otras subvenciones de 3 millones del Gobierno de Aragón.
A la espera de alguna otra posible subvención, queda un déficit aproximado de cerca de 5 millones. Y por ello recordaba en su mensaje en el periódico que seguía abierta la Colecta Especial para finalizar el pago de las obras, para lo que se indicaba incluso un número de cuenta.
Aquella información previa de este periódico incluía el detalle, de texto y fotos, de las capillas de la iglesia: San Antonio, Santa Quiteria, La Santísima Trinidad, San Gil, La Dolorosa y de los Toranes.
El obispo de la Diócesis de Teruel y Albarracín de entonces, Antonio Algora, fue el encargado de presidir la inauguración oficial de la restauración el 19 de diciembre de aquel 1993 que el periódico recogía a doble página en su edición del día siguiente, con abundantes fotografías de las autoridades religiosas y políticas y del aspecto abarrotado de la iglesia.
Recuperación del conjunto
A ojos de la época, la recuperación del interior de la iglesia del Salvador, tras la inauguración unos meses antes a su vez de la restauración de la torre mudéjar aledaña, suponía dar todo el valor que tiene el conjunto histórico artístico. Se constituía así ‘sin ninguna duda, el más importante de la ciudad’, decía la crónica de este periódico. ‘Ambos estilos se muestran puros y remozados, permitiendo disfrutar de la integridad de los dos movimientos artísticos en su plenitud’, destacaba.
Y es que unos meses antes, coincidiendo con el Día de Aragón en Teruel, el 19 de abril de aquel año, el presidente de Aragón, Emilio Eiroa inauguraba la restauración de la torre mudéjar, uno de los elementos que dan el nombre de Patrimonio de la Humanidad a la ciudad turolense. La recuperación de la torre se inauguró con un acto simbólico de la suelta de varias palomas desde el campanario de la torre, después de que los responsables políticos visitaran el monumento para conocer los detalles de la restauración.
Los responsables de aquella reforma fueron los arquitectos Antonio Pérez y José María Sanz, que habían utilizado, decía la crónica del periódico del 20 de abril, ‘tecnología punta’. Esta había permitido ‘no solo establecer con exactitud algunas cuestiones como el color que la torre tuvo en sus orígenes, sino cuestiones de vital importancia para su conservación como la evolución de las grietas existentes’. Gracias a ello pudieron corregir una “grieta viva” en una de las esquinas de la torre, y que habría podido hacer peligrar el monumento. Respecto a la limpieza, se ‘había recurrido única y exclusivamente a agua caliente “y cepillo muy ligero” para evitar cualquier tipo de agresión’. “Solo hemos quitado la mugre” decía Antonio Pérez, que destacaba también que habían sido fieles en la reposición de piezas de cerámica exterior.