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¿Quién conduce tu tren? ¿Quién conduce tu tren?

¿Quién conduce tu tren?

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Grupo Psicara

Por Jessica Esteban Arenas    ​

Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la psicología. Esta semana hablaremos de la capacidad de aceptar y vivir una situación que escapa de nuestro control.

Empieza el verano y con él multitud de fiestas tradicionales celebradas en diferentes puntos de nuestro país. Verbenas, orquestas, romerías o festivales en la playa y en la montaña reciben cada año un gran número de personas con ganas de divertirse y disfrutar de unos de los días más esperados y deseados, esos que están bien marcados en el calendario. Pero, dada la situación actual que estamos viviendo, todos estos eventos sociales se han visto obligados a cerrar sus puertas y, por esta razón, este verano va a ser diferente al que estamos acostumbrados a vivir.            

Teruel hubiera sido una de esas localidades que en estas fechas hubiera llenado sus calles con miles de turolenses e invitados vestidos de blanco y con un pañuelico rojo en busca de fiesta por los rincones de esta acogedora ciudad. Y esto es algo que sorprende ya que, desde 1942 se habían celebrado ininterrumpidamente, tras un paréntesis de 6 años por la guerra civil y en un par de ocasiones más. A la vez, nos entristece a todas aquellas personas que deseamos con intensidad que lleguen estos días que significan emoción y diversión... e incluso reencuentro.

Pero ¿y qué podemos hacer si es la situación que nos ha sobrevenido, que “nos ha tocado vivir”? La cancelación de celebraciones es un ejemplo de las muchas consecuencias que nos ha traído la pandemia y, aunque podría entrar en el saco de las “menos importantes”, también ha escapado de nuestro control, al igual que la situación general. De la misma manera ocurre con acontecimientos o situaciones de mayor envergadura. Por ejemplo, durante estos meses hemos podido tener esa sensación de bajo control sobre nuestra vida cuando hemos tenido que adaptar nuestro trabajo telemáticamente o tras la pérdida de un ser querido; o en algún momento de nuestra vida cuando hemos experimentado una ruptura de pareja que no deseábamos, cuando no hemos conseguido la plaza de una oposición tras haber invertido una gran cantidad de tiempo y esfuerzo en ella o cuando aún estando rodeados de todo aquello que siempre habíamos querido, nos sentimos confundidos, tristes y sin ganas de hacer nada.                

El sufrimiento y el placer son las dos caras de una misma moneda. Es evidente, e inherente al ser humano, el hecho de que a lo largo de la trayectoria vital vamos a pasar por experiencias tanto agradables como desagradables y que no podremos controlar gran parte de los acontecimientos que nos sucedan. Pero, lo que sí depende de cada uno de nosotros es la manera en que actuamos frente a ellos: aceptando no.                

¿Qué entendemos por aceptar? En términos coloquiales, muchas veces la aceptación se utiliza como sinónimo de resignación, es decir, lleva implícita una posición muy pasiva frente al sufrimiento psicológico. Sin embargo, desde la Terapia de Aceptación y Compromiso (ACT) la aceptación va mucho más allá́, ya que aceptar se entiende como actuar. Para ilustrarlo mejor me gustaría que, por un instante, te imaginaras la siguiente situación: eres la persona que conduce un tren que cuenta con diferentes vagones. Cada uno de ellos tiene cabida para distintos pasajeros que durante tu recorrido irán subiendo y, una vez que entren te acompañarán durante todo el camino en forma de emociones, sentimientos, pensamientos, expectativas, experiencias vividas, recuerdos, etc. Puede que, actualmente, durante la pandemia se hayan subido nuevos pasajeros molestos como, por ejemplo, la incertidumbre por el futuro. Mientras conduces el tren hay pasajeros que están hablando constantemente, diciéndote por qué camino debes continuar tu viaje. Como persona que tiene en sus manos el volante del vehículo tienes dos opciones. Por un lado, focalizarte únicamente en ellos, gastando toda tu energía mandándoles callar y, por lo tanto, prestando menos atención a la conducción y corriendo el riesgo de desviarte del destino deseado. Por otro lado, reconocer que esos pasajeros te acompañarán durante todo el viaje, pero dirigiendo tus acciones hacia aquello que es valioso para ti, es decir, hacia el destino al que quieres llegar. Esta segunda opción es lo que en ACT se define como aceptación: invertir los esfuerzos en lo que realmente es importante para ti, en lugar de agotarte intentando controlar aquellos pensamientos, emociones, etc. que forman parte de ti, de los cuales no puedes deshacerte y te persiguen continuamente produciéndote malestar. Implica la habilidad para reconocer cómo estás actuando frente a una determinada situación y valorar si esa actuación o forma de responder va en línea con lo que deseas. 

Ahora vamos a pensar en Lucas, un joven para el que tiene mucho valor hacer bien su trabajo. En esta situación de pandemia, su empresa se ha visto obligada a adaptar el trabajo al formato online, lo que le ha generado mucho malestar ya que no está familiarizado con los dispositivos informáticos. Esto supone para él un nuevo problema, favoreciendo la aparición de pensamientos como “seguro que internet se cuelga”, “lo vas a hacer peor que antes” o “no te sabes manejar con las tecnologías”. El problema no es tanto los pensamientos, sino su reacción ante ellos. Si éstos le llevan a refrescar a cada instante las últimas novedades sobre el coronavirus para ver cuando podrá́ volver al trabajo presencial o a no parar de revisar la conexión a internet, es probable que sea en detrimento de otras tareas importantes en su trabajo. Si, por el contrario, aún en presencia de esos pensamientos, focaliza sus esfuerzos en realizar su trabajo de la mejor manera posible, por ejemplo preparando los aspectos a tratar en la reunión con su jefa, podremos decir que Lucas está aceptando la situación.                

A diferencia de la resignación, aceptar lo que a cada uno de nosotros nos mueve la situación a la que nos enfrentamos (pensamientos, sensaciones, etc.) nos permitirá́ elegir para actuar, para orientar nuestras conductas hacia nuestros valores personales, es decir, hacia lo que es realmente importante para cada uno, hacia aquellas características con las que nos gustaría que nos recordasen cuando ya no estemos aquí́. Consiste en tener una actitud mucho más activa frente a los contenidos más dolorosos de nuestra vida, por esta razón es una habilidad que requiere práctica.                

Posiblemente, la pandemia ha hecho que en nuestro tren se hayan subido más pasajeros molestos, en forma de cancelación de eventos importantes o de pérdida de seres queridos, y aunque el sufrimiento es inevitable y natural, nos tocará decidir cómo conducir nuestro tren: dejándonos llevar por el dolor y la frustración o dirigiéndonos hacia aquello que es importante para nosotros, aún en presencia de aquello que nos produce malestar. Y en tu caso ¿quién conduce tu tren?