Por Berta Maté Calvo
Bienvenidos y bienvenidas al Rincón de la Psicología, un espacio donde todos los miércoles, las psicólogas y psicólogos de PSICARA abordamos temas y curiosidades relacionadas con la Psicología. Aprovechando que estamos en Navidad, época del año en la que las celebraciones relacionadas con compras y regalos abundan, vamos a poner la lupa en el consumismo.
Cena de Nochebuena, Nochevieja, de empresa y si te animas, también con los compañeros del gym. Comida de Navidad, Año Nuevo y Reyes (con roscón incluido, no puede faltar). Lotería de Navidad y Lotería del Niño. Devoluciones de Black Friday y Cyber Monday y regalos del amigo invisible, Papá Noel y Reyes Magos (aunque si vives en otras comunidades autónomas, es posible que celebres el tió de Nadal o el Olentzero).
Para nadie pasa inadvertida la gran cantidad de consumo que suponen estas fechas. Quizá consideres que estás en el grupo más moderado de consumidores, pero en la sociedad actual -quien más, quien menos- la mayoría participamos en esta práctica.
¿Sabrías calcular el número exacto de regalos o detalles que has comprado para familiares, amigos o conocidos en el último mes? ¿Podrías hacer una estimación de la cantidad de dinero gastado? El objetivo principal de las siguientes líneas es que podamos hacer una reflexión individual sobre cómo es el consumo que hacemos y si este es el que queremos mantener, basándonos en información fiable.
Según un informe de la Agencia Europea del Medio Ambiente (AEMA), los productos textiles son una de las principales fuentes de impacto en el medio ambiente desde la perspectiva del consumo europeo.
En 2022, Greenpeace exponía en un informe titulado “Regalos envenenados” el impacto de los residuos textiles (disfrazados como ropa de segunda mano) en África Oriental. Fuentes locales, como Afrika Collect Textiles, refieren que alrededor del 40% de la ropa usada que reciben tiene una calidad muy baja que no les permite vender y que, por tanto, se convierten en residuos. Un porcentaje alto de las fibras utilizadas en la ropa son sintéticas, (por ejemplo, poliéster), que pueden tardar cientos de años en biodegradarse, por lo que las prendas se convierten en residuos plásticos contaminantes. Si no existen instalaciones para eliminar estas cantidades desbordantes de residuos textiles y los vertederos están saturados, dichas prendas son quemadas o arrojadas en ríos y poblaciones, con el correspondiente impacto que esto tiene en las personas que viven cerca.
Y, ¿por qué dedicar un espacio de Psicología a hablar sobre este tema? La respuesta es simple: tiene mucho más que ver de lo que parece.
Consumismo
Actualmente, entidades como la Universidad Complutense de Madrid y profesionales como el psicólogo zaragozano Javier Garcés Prieto, presidente de la asociación de Estudios Psicológicos y Sociales, investigan el impacto que el cambio climático causa en las personas.
En una entrevista Garcés hace referencia a la importancia que existe entre materialismo e infelicidad, una relación estudiada desde hace tiempo en Psicología. El bombardeo constante de mensajes publicitarios que animan a la búsqueda de la realización personal, la autoestima, el éxito y la felicidad, sumado a la escasa educación emocional de la que disponemos como sociedad, dan como resultado comportamientos problemáticos de consumo.
El psicólogo destaca el componente emocional y lúdico que tienen las compras, la insaciable (puesto que nunca llega) búsqueda de la satisfacción a través del consumo, y la continua ampliación de bienes y servicios que creemos sentir necesarios.
Explica que las personas con una mayor tendencia al materialismo basan gran parte de su satisfacción en el tener y no en el ser. Más concretamente, el consumismo, que es una forma de materialismo, deposita la satisfacción, no en la posesión de esos bienes, sino en el deseo de tenerlos, en su adquisición, conduciendo a la persona a una continua compra de cosas nuevas, por muy innecesarias que sean. Finalmente, lo que esto reporta son niveles más bajos de bienestar y un círculo vicioso de gasto del que puede ser complicado salir, lo que puede dar lugar a problemas de salud mental como depresión, ansiedad, diferentes adicciones u otros.
Añade, también, que la posibilidad de comprar mediante tarjeta nos conduce a varios riesgos. El primero, llegar a gastar dinero del que no disponemos. Cuando todo se pagaba con dinero en metálico, la disponibilidad económica que se tenía actuaba como límite de la compra. El segundo, es el efecto psicológico de realizar un pago con tarjeta. En este formato no se entrega nada material por la compra por lo que la sensación de disminución de nuestra economía puede percibirse como menos real.
¿Qué medidas se pueden tomar?
Javier Garcés incide en que ahora, más que nunca, hay que transformar el modelo de consumo y convertir a los ciudadanos en consumidores conscientes, con responsabilidades ambientales, sociales y éticas. Estos cambios deben plantearse no como pérdidas o renuncias a las ventajas de las que gozamos en la actualidad, sino que deben ser entendidos como cambios positivos que ayudan al planeta y a que nosotros vivamos una vida más plena y con un incremento en nuestro bienestar psicológico.
Siguiendo con el ejemplo de los productos textiles, los expertos apuestan por un cambio hacia un sistema circular de producción y consumo. Resaltan que para ello es necesaria innovación técnica, social y de modelos de negocio, así como cambios de comportamiento y apoyo político.
En la vertiente psicológica, poner en marcha medidas educativas, especialmente en el caso de niños y jóvenes, es una de las formas más efectivas para prevenir la falta de autocontrol en el gasto. El incesante aumento de la publicidad consumista, que a menudo no duda en aprovecharse de la credulidad y manipulabilidad de los más jóvenes, es un problema al que hacer frente con una adecuada respuesta educativa que informe y proteja a estos consumidores de hoy, que también serán consumidores adultos el día de mañana.
¿Qué puedo hacer yo?
Algunas recomendaciones que lanza Greenpeace para cambiar nuestra espiral de moda rápida por un modelo de relación diferente con la ropa que ya poseemos son:
-Hazlo tú mismo. Aprende costura, transforma los residuos en objetos de valor, arregla tu ropa.
-Cámbiala con alguien. Dale un nuevo uso, a otra persona le puede servir.
-Compra en tiendas o mercadillos de segunda mano o vintage. Lo nuevo no siempre es lo mejor.
-Compra ropa sin tóxicos. Apuesta por tiendas con una producción local y con principios sostenibles.
Ahora que has llegado al final de estas líneas, propongo que hagamos una revisión personal de nuestro tipo de consumo. Intentemos introducir consciencia y responsabilidad cada vez que algo nos dispara el querer comprar, especialmente cuando esto que deseamos podría ser prescindible para nosotros. Y escuchemos a Mafalda, que suele tener aportaciones críticas -aunque también sabias- desde hace mucho tiempo, que todavía podemos aplicar a día de hoy.