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Yo soy idiota y tonto del culo Yo soy idiota y tonto del culo

Yo soy idiota y tonto del culo

Miguel Rivera

España se ha proclamado Campeona del Mundo de Fútbol. En este espacio, hace siete días, loábamos a la RFEF por mantener al técnico al que consideraban idóneo para llevar al grupo a las cotas más altas, no cediendo ante las presiones de quince de sus futbolistas, que pedían su destitución. Sin embargo, y lamentablemente, se está hablando más de la celebración postpartido que de la propia final y de fútbol en general, y es porque el presidente de la RFEF, Luis Rubiales, decidió, en la euforia de la celebración, darle un beso en la boca a Jenni Hermoso, una de las estrellas del equipo, algo que, desgraciadamente, ha opacado el éxito deportivo.

Hay un tema que últimamente me tiene perplejo: se justifica cualquier comportamiento al calor de la euforia por haber obtenido un éxito deportivo. Me vienen a la cabeza las imágenes virales de Grealish, jugador del Manchester City, tras la consecución por parte del equipo citizen de su primera Champions League. En ellas, tras tres días de fiesta ininterrumpida, el jugador apenas era capaz de mantenerse en pie. No es un caso único: hemos visto a Piqué escupiendo a un directivo en un autobús, a jugadores hablando en público a los que les costaba articular dos palabras consecutivas medianamente inteligibles, a deportistas fumando puros más grandes que la cañería del desagüe de su mansión… en mi opinión no todo vale, pero, al menos, estos únicamente dañan su propia imagen. El presidente es la imagen de todo el fútbol de su país.

En este caso, se suma el hecho de que un superior (presidente de la federación) besa, en público y claramente contra su voluntad, a una inferior (jugadora del equipo) en su ámbito de trabajo. Es absolutamente intolerable justificar una muestra tan repugnante de machismo. La propia jugadora, con la espontaneidad propia de un directo de Instagram, dijo al respecto: “no me gustó, pero ¿qué hago?”, para posteriormente, y ya en unas declaraciones transcritas por la propia RFEF y distribuidas a todos los medios, quitarle hierro al asunto.

Y es que aún nos esperaba un giro imprevisto de los acontecimientos. Si un acto tan lamentable pudiera tener una mínima excusa o escapatoria, que no la tiene, sería que la euforia o el júbilo desmedidos le han llevado a cometer un exceso. Sin embargo, en una entrevista radiofónica cuando ya habían pasado varias horas del asqueroso beso, el periodista abría la conversación preguntándole al presidente “por la que hay liada aquí en España con el beso”. Una persona normal asumiría su error, pediría disculpas y trataría de hacer ver una mínima muestra de arrepentimiento. Nada más lejos de la realidad: su respuesta quedará para los anales de la historia en lo que a chabacanería, falta de educación y vulgaridad se refiere: “No hagamos caso de los idiotas y de los estúpidos, de verdad oye. Un pico de dos amigos celebrando algo, que ha habido más, de verdad, no estamos para gilipolleces. Con todo lo que yo he pasado, más gilipolleces y más tontos del culo, yo no (…) y no me comentéis cosas de pringaos que no saben ver lo positivo. Que haya gente que pierda su tiempo en estas tonterías cuando somos campeones del mundo, yo paso de eso”.

Les prometo que tuve que dejar lo que estaba haciendo. No daba crédito a lo que escuchaban mis oídos. Cuando luego lo volví a oír, la sorpresa dio pie a la irritación y a la rabia. Mire, señor Rubiales, claro que sabemos ver lo positivo: lo que ha hecho el equipo. Pero también lo negativo, y usted ha sido el ejemplo perfecto de lo que España no quiere ser desde hace muchos años: usted ha sido un baboso y su gesto no es ninguna tontería, como usted lo califica. Los medios más prestigiosos (L’Equipe, CNN, The New York Times o The Guardian, por citar solo algunos) llevan este tema a sus páginas, poniendo el foco en el comportamiento tan inadecuado que usted tuvo. Y si decir que lo que usted hizo está mal me convierte en un idiota, estúpido, gilipollas, pringao y tonto del culo, puedo decir con orgullo que sí: soy todo eso, pero no soy un machista.