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Putas y yates Putas y yates
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Elena Gómez

Tengo un amigo que dice que todo hombre heterosexual que se precie desea ser multimillonario para gastar su fortuna en putas y yates. Aparte de ser un comentario muy exagerado y machista, por desgracia es muy realista. No quiero creer en generalidades ni en tópicos, prefiero pensar que tipos buenos y tipos deleznables hay en todos los estratos sociales, aunque soy consciente de que el dinero y el poder corrompen. Y cuanto mayores son estas dos variables, mayor es la falta de escrúpulos.

Orgías y bacanales mediante transacción económica se dan con frecuencia allí donde esté quien tenga capacidad de desembolso y muy poco respeto por sus semejantes. Sin embargo, no deja de causarnos cierto rechazo (lo tenemos tan interiorizado que no lo repudiamos por completo). Ahora bien, cuando este tipo de dispendio lo hace un político, nos asquea sobremanera. Llámenme inocente, pero creo que más que por la depravación moral del acto en sí mismo, nuestra condena se debe a que el corrupto en cuestión se lo está pasando bomba con el dinero de todos nosotros.

A mí lo que me duele de lo que vamos sabiendo de las tropelías de Ábalos es la impunidad con la que se montaba sus cuchipandas. Lo ocurrido en plena pandemia en el Parador de Teruel, más allá de lo anecdótico de haber ocurrido en nuestra tranquila y pacífica ciudad, es muy grave porque no se denunció en su momento. No pasó nada hasta que cuatro años más tarde a alguien le dio por remover el avispero de la corruptela gubernamental. Y no digo que la responsabilidad sea del establecimiento hotelero, sino que seguramente se callaron muchas bocas en altas instancias.

Si estamos desencantados con la clase política, por decirlo suavemente, es por estas cosas. Se supone que los cargos electos están para representarnos y dirigir nuestros destinos de la mejor forma posible, y su comportamiento debería ser de un intachable nivel moral. Pero no, siempre hay quien piensa que todo el monte es orégano y que, mientras esté en el sillón, mejor gastar lo propio y ajeno en putas y yates.