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Nuria Andrés

“Las madres trabajadoras son malabaristas”, escuchaba el otro día en medio de una discusión sobre la conciliación familiar. No suele fallar. No hay mujer exitosa en el ámbito laboral a la que no le hayan preguntado si no le pena haberse perdido la infancia de sus hijos. Porque los hijos parece que siguen siendo un asunto de madres, para los padres es más fácil encontrar una justificación acerca de por qué no han podido estar con sus descendientes.

Han hecho falta años para que se aceptara que las mujeres podían ostentar altos puestos laborales y aún a día de hoy, -basta ver las cifras- son muchos más los hombres que ejercen como directivos frente a la cifra que hoy en día representan las mujeres.

Y cuando ellas llegan tan alto como ellos, la pregunta a continuación es : ¿Y los niños?

Para las mujeres, los cuidados siguen siendo su gran responsabilidad. Pero hace años, que las madres trabajadoras enseñaron a sus hijos algo mucho más valioso que el hecho de tenerlas a su completa disposición y es el ejemplo de que una mujer puede elegir colocar su carrera en primer plano, pese a que esto le cueste más de un quebradero de cabeza.

Comentaba la periodista, Ana Bernal, en uno de sus artículos, la importancia de tener “un monedero propio”. Hace años que el hecho de tener presente la imagen de una mujer que desarrolla su propio proyecto, pese a no poder dedicar tanto tiempo a sus hijos, se ha convertido en el regalo más valioso que una madre puede hacer porque ya han pasado demasiados años de culpas y reproches sobre los momentos que una mujer se había perdido de sus hijos.

En la época actual, solo queda -y ya es hora- aceptar que las mujeres, si no es lo que desean, no tienen que dedicar todo su tiempo a su familia y los cuidados forman parte de una carga  que no solo les compete a ellas y debe estar respaldado por un sistema organizado. Para que así, las mujeres no vuelvan a estar encerradas en casa nunca más.