Síguenos
Lucas y la fiesta sorpresa Lucas y la fiesta sorpresa

Lucas y la fiesta sorpresa

banner click 236 banner 236
Javier Hernández-Gracia

Una de las frases más icónicas de la televisión es aquella de Carlton Banks, cuando en la serie El Príncipe de Bel-Air dice: “Por qué el coyote nunca atrapa al correcaminos”. En el futbol semi-profesionalizado algunas veces se abren ventanas y precisamente de cambios, y traen alegrías y alborotos. Era el del domingo un partido de esos de jamón curado, ha hecho cierzo, no ha habido humedad, todo parece favorable, pero no sabemos si la sal será la justa para el pernil, o se habrá ido la mano. El Teruel por así decirlo tenía el centro del campo hecho unos zorros, Theo y Marí sancionados –es lo que tiene lo del ciclo de las cinco amarillas- Óscar Caro tocado y las demás lesiones que van para tiempo. Pero resulta que al final el invento ACME lo teníamos en casa.

Un envite así suele tener nombre propio, se forja durante la disputa, las premoniciones de los partidos complicados suelen santificar a un jugador. Lucas, el chico de la casa, fue el elegido de Crono; el esforzado canterano entró por el infortunio de la lesión de Asier Parra (el vizcaino forma parte de esa medular estelar del Teruel) y al chaval, a Lucas, no le temblaron ni las piernas ni las cejas ni las rodillas, se movió con desparpajo, supo dónde tenía que estar e intervino, pasaron los minutos y ganó en confianza. Y la grada (o parte de ella) enloqueció aunque el partido no está para bajar la guardia.

La segunda parte creció en intensidad y a Lucas siguió sin temblarle nada, el Teruel peleaba, enfrente el rocoso equipo del Barranqué, tosco, de balones largos, de defensa pesada y que encima hasta a las sillas de los banquillos; ya se sabe, río Vero río Vero nadie a visitarte baja. Todos corren pases que no llegan, balones que se pierden por un milímetro, hasta que el Teruel abrió la defensa cortijera, Iván López, ese central que se mueve más que los precios, la controló y marcó, y lo celebró; por segundos es nuestro Alain Delon local, gafas, pose y tronío. La Mercedes Fashion Week debería mirar a este chico, aunque entre viaductos ya se sabe que la historia de la moda no interesa mucho en las esferas dirigentes, ellos tienen sus ideas, su propio look y sus razones, que diría Pepe da Rosa.

Y llegó el segundo, Perú jaleado, aclamado y candidato al Óscar de esa misma noche; la grada no dudaba en la concesión de la estatuilla, mientras nuestro chico fantástico, el príncipe del Carrel (Bel-Air queda lejos) seguía demostrando que es posible, que se puede contar con él y que en caso de apuro es gente que da garantías de rendir. Por lo demás a seguir aprendiendo, cierto es que la parte más exaltada de la grada ya pedía que Lucas pusiera el pañuelo en La Vaquilla y canteranos a gogó, lo cual es deseable, pero quizás antes de planchar el pañuelo conviene empezar por estructuras de futuro. Alguno dirá mientras aprieta la tuerca del tubo eso de “ya se trabaja bien” pero Lezama no se hizo en un día, y de Masías para esto El Chantre no cuenta. El deseo es que las circunstancias permitan que Lucas siga ahí y lo tranquilizador es que se vislumbran más pasteles para la fiesta.

Y es que el domingo Pinilla fue una fiesta y eso que el frío era un invitado no deseado, pero que ya sabemos que no necesita permiso ni entrada para acceder. Pienso en muchas ocasiones que la grada de Pinilla es una y trina –posiblemente me quede corto- pero, siendo importante lo que ocurre dentro del rectángulo de juego, (con lo que ha sido ese verdín señor) hay sentimientos de grada que también lo son. En un párrafo anterior hablaba de Crono, dios griego del tiempo: si alguien sabe de tiempo es Andrés, relojero con un dilatado puñao de años de profesión y que a sus 89 años, estaba como todos los domingos en Pinilla. Gorro térmico en la cabeza y la muleta que le acompaña, ni el frío intenso, ni la edad impiden a Andrés disfrutar con el Teruel. Se queja cuando retrasan el balón, yo le digo que los de Primera lo hacen también, pero que, como los vemos por la tele, se nota menos.

Y es que en Pinilla hay rostros que se funden con la pequeña historia de los domingos, una trama y urdimbre que cada temporada teje hilos. Algunos hoy mayores eran los jóvenes aficionados que yo veía cuando el niño era yo, pero lo indiscutible es que este tipo de ejemplos, como Lucas, son un patrimonio de importancia para una entidad basada en el esfuerzo. Yo diría que otros tienen muchos, nosotros no tantos, pero excepcionales.