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Los poros no tienen puerta Los poros no tienen puerta

Los poros no tienen puerta

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Joan Izquierdo

“Yo siempre me aclaro la cara con agua fría, así se me cierran los poros”, me decía Clara, convencida durante una conversación sobre rutinas faciales. Lo hacía religiosamente cada mañana, como si invocara a los dioses del cutis perfecto. “Mi abuela lo hacía y tenía la piel como el culito de un bebé”. Lo que Clara no sabe, y lo que muchas personas aún creen, es que los poros no se abren ni se cierran como si fueran ventanas. Y tampoco tienen miedo al frío.

Este es uno de los mitos más frecuentes sobre el cuidado facial: la idea de que con agua caliente abrimos los poros y con agua fría los cerramos. No es del todo absurdo pensarlo: sentimos la piel más suave después del agua fría y más “abierta” tras una ducha caliente. Pero la realidad es que los poros no tienen músculos, así que no pueden cerrarse ni abrirse como si fueran persianas.

Los poros son pequeñas aberturas en la piel por donde salen el sebo y el sudor. Su tamaño depende en gran parte de la genética, aunque también influyen factores como la producción de grasa, la acumulación de células muertas, la exposición solar, la edad y hasta el uso de cosméticos inadecuados. Cuando el poro está obstruido, su apariencia se acentúa: se dilata y se ensucia, como una tubería en mal estado.

Aquí es donde entran en juego los tratamientos y productos que realmente pueden ayudar. No, no estoy hablando de ponerse tomate con sal o frotarse la cara con una patata cruda (¡esto lo he escuchado de verdad!). Me refiero a exfoliantes químicos como el ácido salicílico o el glicólico, que ayudan a limpiar en profundidad. También los retinoides pueden mejorar la textura de la piel a largo plazo, reduciendo la apariencia de los poros dilatados. Y no olvidemos la protección solar diaria: el sol engrosa la piel y hace que los poros parezcan más grandes.

Existen tratamientos médicos como el láser, el microneedling o el peeling químico que también pueden mejorar muchísimo la apariencia de la piel, pero siempre de la mano de un profesional.

Eso sí, hay que tener claro que los poros no van a desaparecer. Todos los tenemos. Incluso esas modelos de piel de porcelana que vemos en redes sociales tienen poros (aunque los filtros se empeñen en negarlo). El objetivo no es eliminarlos, sino mantenerlos limpios y que se vean lo menos posible.

Así que, si quieres una recomendación práctica: limpieza suave (no hace falta restregarse como si quitaras una mancha de grasa), exfoliación regular, hidratación adecuada y protección solar a diario. Y si te gusta el agua fría, adelante, úsala, pero no esperes milagros.

Porque al final, como bien dijo una vez una dermatóloga con mucho humor: “Los poros no tienen puertas, así que no insistas en cerrarlas”.