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Labios secos y cómo cuidarlos Labios secos y cómo cuidarlos

Labios secos y cómo cuidarlos

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Joan Izquierdo

Claudia lleva tres semanas con el mismo ritual: saca su bálsamo labial del bolsillo del abrigo, lo aplica de forma minuciosa, suspira aliviada… y a los diez minutos, lo volvía a hacer. Y a los otros diez también. Como si sus labios estuvieran en huelga de humedad. Lo curioso es que cuanto más lo usa, más secos los nota. Como si aquel tarrito milagroso que prometía “hidratación intensa y reparadora” tuviera una letra pequeña invisible: “puede provocar adicción emocional y empeoramiento si no se usa con cabeza”.

Los labios secos no son exclusivos del invierno, aunque el frío y el viento ayudan a secar hasta los pensamientos. Pero también en verano, con el sol, el cloro, el aire acondicionado y esa manía que tenemos de humedecérnoslos con la lengua, pueden acabar como papel de lija. La piel de los labios es extremadamente fina, carece de glándulas sebáceas y no tiene protección natural frente a los elementos. Así que, como quien dice, van por la vida al descubierto.

La causa más común de sequedad labial no es el clima, sino la deshidratación general, el contacto frecuente con saliva (sí, mojarse los labios todo el rato los seca más) y el uso de productos inadecuados. Algunos bálsamos contienen ingredientes que, paradójicamente, irritan: el mentol, el alcanfor, el fenol o el eucalipto pueden dar una sensación de frescor muy tentadora… pero a largo plazo te dejan peor que estabas. También hay que tener cuidado con los bálsamos con petrolatos de baja calidad o fragancias artificiales que solo camuflan el problema sin solucionarlo.

Y es aquí donde entra el bucle de Claudia y su ejército de bálsamos: si lo que aplicas reseca más de lo que hidrata, acabas necesitando aplicarlo constantemente, lo que alimenta la sensación de dependencia.

Ahora bien, ¿qué ingredientes sí funcionan? La manteca de karité, la cera de abejas, el aceite de coco, el ácido hialurónico, la lanolina o el pantenol son aliados reales. Ayudan a retener la humedad, reparar la barrera cutánea y evitar que los labios se agrieten o escamen. Algunos bálsamos también incluyen protector solar (FPS), ideal si vas a estar al aire libre: el sol no discrimina y también puede castigar los labios.

Hablemos ahora de los jóvenes, que viven con el móvil en una mano y un gloss en la otra. Muchos adolescentes alternan entre pintalabios mate de larga duración y exfoliaciones caseras con azúcar y miel, convencidos de que lo natural siempre es mejor. Spoiler: no siempre. Frotar con entusiasmo puede dañar más de lo que ayuda, y los labiales de moda (además de no hidratar) a veces sellan la sequedad bajo una capa de color. Resultado: labios bonitos, sí, pero secos.

¿La solución? Como siempre, lo mejor una rutina sensata. Hidratar desde dentro —sí, bebiendo agua—, proteger los labios con productos que realmente ayuden y no lamerlos como si fueran un helado a punto de derretirse. Y sobre todo, aplicar un buen bálsamo por la mañana y por la noche, no cada cinco minutos. Como en muchas cosas de la vida, aquí también aplica el “menos es más”.

Así que si te ves en el espejo con labios agrietados y el bolsillo lleno de bálsamos, respira, revisa etiquetas y empieza de nuevo. Tus labios no necesitan un héroe en forma de tarrito mágico. Solo un poco de sentido común, buenos ingredientes… y paciencia. Porque hidratar no es tapar, es cuidar. Todo el año.