

La amabilidad es la cualidad de una persona cuyo comportamiento hacia los demás es cortés, afable, benevolente, respetuoso (...). Creo que el gran poder de la amabilidad sugiere pensar en ella como principio activo para generar buen ambiente interpersonal o bienestar. Lo que hace referencia a la capacidad de una persona para crear una atmósfera positiva, acogedora, respetuosa y empática con las personas de su entorno, ya sea en el ambiente familiar, el profesional o el social.
Algunos argumentos que abogan por considerar a la amabilidad como principio activo en la creación de un buen ambiente son: fomenta la confianza, fomenta la cooperación, disminuye el estrés, favorece el respeto mutuo, provoca una expansión virtuosa, aumenta el bienestar del grupo, fomenta la resolución pacífica de conflictos y suscita un impacto emocional positivo, entre otros.
La amabilidad fomenta la confianza y proporciona seguridad en los demás, ya que las personas se sienten valoradas y comprendidas. Esto facilita la buena comunicación que es esencial para lograr un buen ambiente. Si el trato entre personas es amable hay una mayor predisposición a colaborar, trabajar en equipo y encontrar soluciones juntas. También, la comprensión y la colaboración puede decirse que le dan la mano o le siguen a un trato afable.
Además, las tensiones y el estrés se reducen en ambientes donde impera la amabilidad. Los gestos amables, como una sonrisa o una palabra amable, pueden mejorar el malestar emocional de los demás y colaborar a que la comunicación conlleve menos enfrentamiento. Creo que una sonrisa ablanda el corazón y una cara sonriente es una buena tarjeta de visita.
Otra razón en favor de la amabilidad como principio activo, generador de buen ambiente, es que favorece el respeto por los demás. El respeto mutuo es esencial para una buena convivencia, a pesar de las diferencias entre las personas que siempre existirán.
La amabilidad, como cualquier otra virtud, produce una onda expansiva o tiene un efecto multiplicador, es decir, se expande y contagia a las personas del entorno de la persona amable, de tal manera que el comportamiento de esas personas también será afable. Sin duda, los efectos emocionales que genera la amabilidad hacen que el ambiente sea más agradable y cordial, y por tanto se produce un aumento tanto del bienestar individual como del colectivo.
En situaciones conflictivas, una actitud amable puede ser la llave para resolver un enfrentamiento o desacuerdo pacíficamente. La presencia de gestos amables invitan a un diálogo sereno y a la comprensión mutua, propiciando la búsqueda de soluciones beneficiosas para todos.
Además, la amabilidad eleva el estado anímico de las personas al hacer que se sientan mejor consigo mismos y con los demás. Lo que es muy importante en el ejercicio y motivación de algunas profesiones como la medicina, la educación o aquellas profesiones con una carga alta de servicio a los demás.
Si el principio activo de la amabilidad es tan poderoso, a todos los niveles, deberíamos practicarlo con nosotros mismos. En este caso, este principio se reduce a ser comprensivos con nosotros mismos, a tener confianza en nuestras capacidades y en definitiva a ser nuestros mejores amigos. Para ser amables, solo hace falta pensar en los demás, lo que nos ayudará a tener un trato amable y a evitar actitudes negativas con las personas que nos rodean.
Al hilo de estas pocas ideas, puede decirse que la amabilidad es más que una mera cortesía; es una acción con un impacto grande y visible en los ambientes donde se practica. Es un principio activo porque no solo depende de la buena voluntad, sino que es una práctica continua que genera beneficios inmediatos personales y colectivos, de tal manera que poco a poco se va generando una atmósfera de respeto, cooperación y bienestar general.