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Con lo que presumían de Gobierno los de la coalición y lo que vamos a escuchar decirse unos contra otros hasta que el 23 de julio se abran las urnas y se compruebe si los números dan para quedarse en Moncloa. Si eso pasa, borrón y cuenta nueva. A estas alturas del show, ya solo me conformo con que un presidente no nombre como vicepresidente a alguien que le quita el sueño.

Hubiera donado parte de mi patrimonio por haber estado el martes detrás de la cortinilla del Consejo de Ministros. ¿Se imaginan la fiesta? ¿Le diría Irene Montero a Nadia Calviño que dijera allí, delante de ella, que Podemos ha desaparecido? ¿Echaría en cara Yolanda Díaz a Pedro Sánchez que no la vea como una opción para presidir La Moncloa? ¿Despedirían con aplausos a Alberto Garzón por su retirada?

La vicepresidenta Nadia Calviño presume de no tener carné del PSOE y, el otro día, pisoteó como un cigarrillo a Podemos. Y los de Pablo Iglesias se revolvieron contra ella. Que esa señora quién es para hablar de ellos. Que es una fiel de Sánchez, sí, pero que es una puesta en el Consejo de Ministros por los del Ibex, por los poderosos. Que nunca será de izquierdas.

Me hace mucha gracia cuando Pablo Iglesias se refiere a los poderosos como si fuera un ente abstracto. ¿Quiénes son esos poderosos? ¿Y qué son aquellos que sientan a sus mujeres en el Consejo de Ministros?

Yolanda Díaz dice que pensar en España como un reparto entre PP y PSOE es pensar en pequeñito. Se olvidó de sumar porque, juntos, PP y PSOE consiguieron más de 13 millones de votos de los 22 millones que se emitieron el 28 de marzo. Las que consiguieron un resultado bastante pequeño, pequeñito, fueron las fuerzas que amadrinó Yolanda Díaz. Echen las cuentas.

Hablando de pasado y de futuro, la que amenazó con salir con grilletes del Ministerio del Interior si no inscribían en tiempo y forma a su nuevo partido, Caminando Juntos, es Macarena Olona. La exmano derecha de Santiago Abascal ahora se calza un zapato azul y otro rojo. ¡Ella! Que defendió tanto desde la tribuna de oradores del Congreso de los Diputados una España en blanco y negro.

Andan locos estos días con las listas electorales. Todos quieren colocarse bien arriba para no quedarse fuera del foco. ¡Con el frío que está haciendo en la calle este mes de junio! Sánchez ha resucitado a Ábalos y a Carmen Calvo, que llevan un tiempo castigados presidiendo una comisión parlamentaria. Bendito castigo, me dirán. Y tanto.

El que está que rabia es el PSOE de Aragón, que le han metido con calzador a Pilar Alegría en Zaragoza y Javier Lambán ya ha dicho a quien ha querido oírle que la ministra gustará mucho en Madrid, pero que en el territorio no la votan ni los suyos.

Una vez que ya ratifiquen las listas, empezarán con los anuncios a bombo y platillo. Que si haré esto, que si derogaré lo otro. Por puro gusto, he hecho un barrido por la hemeroteca y me he encontrado con un Pedro Sánchez cuatro años más joven que hoy diciendo que, si ganaba las elecciones (era 2019), traería a Carles Puigdemont detenido a España. ¡Como si estuviera bajo su competencia!

También le he vuelto a escuchar diciendo que prohibiría los referendos ilegales. Parece que no ha tenido tiempo en los últimos cuatro años. ¡Ah! Y que promovería una reforma para que, en ausencia de mayoría mayoritaria, gobierne la lista más votada. Semanas más tarde, se echó en brazos de socios que, hasta ese día, repudiaba, como son Podemos y Esquerra. Y a otra cosa, mariposa.

Ahora que el PP quiere sellar un pacto para que gobierne en ayuntamientos, comunidades y en España el partido que tenga más votos, el PSOE dice que manzanas traigo. ¿En qué quedamos? ¿Solo quieren que gobierne la lista más votada cuando  ganan? ¡Tendrán morro! Déjense ya de campañafakes y no prometan lo que no sean capaces de hacer. Solo así, cumpliendo con la palabra dada, serán dignos merecedores de que los españoles depositemos nuestra confianza en ustedes el 23J. O no.