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Johnny Sierra Johnny Sierra
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Javier Silvestre
Conocí a Johnny Depp hace una década en el Chateau Marmont, un hotel con pretensiones de castillo medieval edificado en los años 20 en Los Ángeles y donde solían reunirse las estrellas de Hollywood. Estaba grabando un reportaje (que jamás vio la luz) sobre un exitoso pintor mallorquín llamado Domingo Zapata, que se convirtió en toda una celebridad en Estados Unidos un día en el que el actor que encarna a Jack Sparrow le compró varios de sus cuadros.

El hotel fue adquirido por Charles Chaplin cuando éste se hizo productor de cine. Las cogorzas de las estrellas del celuloide de la época eran de tal envergadura que el cómico -reconvertido en empresario- obligaba a los actores con los que rodaba películas a alojarse en los lujosos apartamentos del Chateau Marmont. Conseguía así alejar los escándalos de alcoba y las resacas recurrentes de miradas indiscretas. Sobre ese viaje podría escribir un libro porque Johnny, seguramente, fue la persona menos importante con la que estuve, gracias a Zapata (y a mi compañero de aventuras periodísticas, Diego Revuelta).

A Javier Sierra lo conocí cuando yo era un niño y él un preadolescente. No tengo un recuerdo claro, pero sé que coincidimos esporádicamente en la oficina que compartían nuestros padres y que una vez asistí a su programa de radio en Radio Heraldo. Él me metió el gusanillo para que yo me plantase días después en Antena 3 Radio suplicando poder hacer también un programa para niños.

Los años conectaron a los dos niños que soñaban con ser periodistas en muchas ocasiones. Y Javier jamás ha tenido un “no” cuando le he pedido que intervenga en cualquiera de los proyectos televisivos en los que he estado involucrado.

Ha querido el destino que esta semana hayan coincidido ambos en Teruel. Johnny a su manera: de incógnito, pero llamando irremediablemente la atención. Les diré que el miércoles, la plaza de la Marquesa era un espectáculo de furgonetas descargando maletas, instrumentos musicales y demás aparataje para el famoso actor estadounidense. He leído en algún medio que había unas “cincuenta fans decepcionadas” por no haber visto a Johnny, pero yo que estaba allí les digo que, con suerte, habría media docena de curiosos que no aguantaban más de 10 minutos de espera.

Todo lo contrario de lo ocurrido con Javier Sierra, que el viernes abarrotaba la iglesia de San Pedro para presentar su último libro. Hubo gente que se quedó fuera porque no cabía un alma. Pero el turolense estuvo firmando hasta la media noche a todos los que se acercaron a verle. Lo hizo con el cariño y detallismo que le caracterizan.

Ha sido una semana grande para nuestra ciudad. Primero, porque aunque Depp no se ha dejado ver, el rodaje de su spot  posiciona a Teruel en el mapa audiovisual mundial. El impacto económico y de promoción que tendrá la emisión de este anuncio de Dior no es calculable. Así que bien por el Ayuntamiento por volcarse con las exigencias de los productores de la campaña publicitaria. Y segundo porque Sierra jamás falla.

Uno de los autores más importantes del mundo llevando su tierra natal como punta de lanza y regalándonos su legado a perpetuidad. Todo lo que el consistorio haga para agradecerle a Sierra su compromiso con nuestra ciudad, bien hecho está.

Cuando hay cosas buenas hay que resaltarlas. Y cuando hay cosas a corregir hay que señalarlas. Esconder las carencias de Teruel en una especie de Chateau Marmont no soluciona nada. Pero mostrar y mimar a los que apuestan por nuestra ciudad es un regalo con el que todos debemos volcarnos.