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Javier Silvestre

Recién aterrizado de un viaje de 10 horas en avión no me veo con fuerzas de analizar a fondo qué puede suponer el pacto de gobernabilidad del PP con Vox en Aragón. Pero tengo claro que empieza una etapa donde cualquier mala decisión que se tome se utilizará como arma arrojadiza a nivel nacional, tal y como pasa con otros tantos lugares en los que ambas formaciones han alcanzado acuerdos para gobernar.

Me consta que Alejandro Nolasco, cabeza de lista de Vox, es una persona sensata y que no ha cometido estridencias parecidas a las de algunos de sus homólogos en las castillas. Y también tengo muy buenas referencias de Ana Alós, de quien habla bien incluso algún miembro de la oposición. Desgraciadamente, hay precedentes de decisiones que se van a mirar con lupa visto lo ocurrido en otros lares… como muchas subidas inexplicables de sueldos de cargos municipales, la eliminación de simbología LGTB o los desplantes ante las condenas de asesinatos machistas por poner sólo algunos ejemplos.

Siempre ha dicho (y lo mantengo) que los populismos en nuestro país se desinflan cuando se les pone a Gobernar. Sólo hay que ver lo que le ha pasado a Podemos en la última legislatura. Muchos dirán que ahora es diferente con la llegada de Vox al poder. Nunca se sabe… Tocará esperar a ver qué pasa. Porque lo que está claro es que ha habido un 11% de ciudadanos aragoneses que han votado a Vox y un 35,5% que han dado su confianza al PP.

Y al igual que en el Congreso de los Diputados las cuentas no le dan a Feijóo, en Aragón sí. Así que no se puede ser demócrata de la aritmética sólo cuando nos interesa. Los del cordón sanitario a la extrema derecha lo tenían muy fácil: pactar. Pero en política interesan más otras metas más allá de las que nos cuentan.

Me dicen que vamos a una repetición electoral sí o sí, así que tocará votar en diciembre. También me cuentan que desde Génova no se ven con buenos ojos los acuerdos para gobernar con Vox pero que dejan hacer, que les dan “plena autonomía” a los candidatos que decidan hacerlo.

Los grandes partidos (PP y PSOE) saben que un mal socio de gobierno, lejos de castigarle, puede hacer que salgan reforzados. Tan sólo hay que ver lo ocurrido en las pasadas Elecciones Generales. En este caso, en el partido de Santiago Abascal deberían de ser más listos de lo que han sido en Podemos si no quieren acabar en el olvido. El problema es que muchos de sus cargos electos parecen moverse más por el revanchismo que por ser constructivos para el ciudadano y para ellos mismos como formación política.

Y el resto de partidos, incapaces de llegar a un acuerdo transversal, tendrán que ver desde la barrera esta nueva legislatura autonómica. Con voz, pero sin voto. Y de nuevo me toca hablar de Teruel Existe.

Les prometo que no es una obsesión… es más bien la frustración de ver cómo, otra vez, la antigua agrupación de electores se posiciona antes de saber en qué puede beneficiarse del pacto alcanzado entre PP y Vox. Guitarte ya lo ha dejado claro: sus tres diputados votarán no. El mismo Guitarte que aspiraba a tener siete parlamentarios y se ha quedado sólo con tres. Siguen sin entender que su papel en las Cortes no tiene que ser ideológico sino práctico.

También les confieso que aterrizar tras 8.000 km surcando el Atlántico y meterse en semejantes disquisiciones se me antoja bastante complicado. Demos tiempo al tiempo y, como siempre digo, votemos después en consecuencia. Cada formación política sabrá a qué juega y con quién se acuesta. Pero lo que no se puede hacer es cuestionar la legitimidad de los pactos post electorales y menos después de esta legislatura tutti frutti tanto en la DGA como en Moncloa. Las macedonias, en política, no suelen tener una buena digestión