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El abrigo gris El abrigo gris
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Raquel Fuertes
A estas alturas de calendario y viviendo junto al Mediterráneo ya creía que no iba a volver a sacar el abrigo gris. Pero la tarde se ha vuelto fría, después del espejismo de unos días de sol, y el socorrido abrigo ha vuelto al paseo vespertino.

Quizás hasta él esté cansado. Nacer tan anodino y tan sufrido tiene estas cosas. El gris siempre es un buen recurso cuando uno no quiere pensar y si las hechuras son lo suficientemente holgadas sirven para tapar tanto un look pijamero para bajar al súper como un traje elegante si la ocasión lo requiere. 

Vamos, que sirve tanto para un roto como para un descosido. Pero, ¿en abril? Claro, si me leen desde nuestro Teruel y provincia me dirán que qué espero de este mes incierto precedido de un marzo ventoso y lluvioso: al abrigo gris aún le quedan semanas de gloria tanto en el valle como en las sierras.

Pero cerca del mar no deja de llamar la atención que las gabardinas permanezcan en los armarios mientras salen a diario plumas, trencas y otras prendas que ponen de manifiesto que las cosas no van como deberían. Que hay algo que no sigue la pauta de lo que debiera. Y eso nos desconcierta porque cuando el marco de lo previsible, lo esperado y lo razonable se mueve, nos encontramos en escenarios con los que nos manejamos con el peso de la incertidumbre.

Si como calorista confesa espero algunos rayos de sol, como ciudadana de extremo centro (se lo oí el otro día a un humorista) me gustaría disfrutar también de la tranquilidad que me daría saber que mi país está gobernado por personas capaces y respetuosas con el ordenamiento jurídico. Llámenme carca, pero son detalles que marcan la diferencia.

Así, no puedo entender que la vicepresidenta del Gobierno obvie la presunción de inocencia (por mucho que no dejo de reconocer que no soporto a Dani Alves) y dé más valor a un testimonio que a un derecho constitucional, desoyendo que al acusado no es que le declaren inocente, sino que no se ha podido demostrar su culpabilidad por contradicciones de la acusación. Y prevalece el derecho fundamental. Como ese abrigo gris que sabemos que siempre está ahí cuando se necesita, incluso extemporáneamente.