Son estos tiempos de dificultad extrema para muchas familias. La tendencia generalizada incluso por los medios de comunicación es encasillar esas familias por el segmento al que pertenecen; a menudo se hace hincapié a su origen y la inmigración genera una tendencia quizás más agudizada a esa cuadrícula de esquema un tanto gratuita e injusta.
Pero lo cierto es que la necesidad no debería entender de posiciones, etnias y otros factores a veces estadísticos y otras fríos y tergiversados para la manipulación, en algo tan serio deberíamos poner el oído con atención. Yo por naturaleza soy curioso; en ocasiones mi curiosidad me lleva a conocer cosas y en otros momentos el conocimiento llama a mi puerta cuando menos me lo espero. Eso es lo que me pasó recientemente cuando conocí de cerca AIC Teruel, desde donde trabajan a pleno rendimiento las integrantes de la Asociación de Caridad de San Vicente de Paúl, muy vinculadas a la parroquia turolense de La Milagrosa en primer Ensanche. Antes señalaba la casi frivolidad que supone preguntar el origen o segmento del necesitado; un poco pasa lo mismo cuando una asociación cuyo interés es ayudar, tiene una vinculación con la Iglesia Católica, como si la puerta de entrada nos diera ya toda la información antes de acceder, y para informarse bien lo mejor es entrar y una vez dentro preguntar, así que, mejor entrar.
Con esto quiero decir que lo importante es la labor, no lo que haga cada cual con sus creencias, lo importante de este colectivo es cómo se involucran en ayudar a los demás. Es apasionante leer su memoria de actividades, todas ellas son emocionantes, la primera la Escuela de español para inmigrantes de otras lenguas, una ayuda sin duda vital para personas que han dejado atrás familia, vida y sentimientos y que no olvidemos buscan un futuro para ellos y su familia, y nosotros que formamos parte de esta imperfecta sociedad occidental somos sabedores que lo del chocolate del Loro no es mito sino floja leyenda.
Precisamente la vinculación de esta Asociación con el Banco de Alimentos es otro elemento digno de reseñar. L crisis, la precariedad es algo que no solo afecta físicamente también psíquicamente, es por ello que tender la mano es lo más grande, su entrega a complementar la alimentación de niños me emociona. Lo que me lleva a reflexionar sobre esa veda abierta de demonización y persecución al diferente; se nos olvida con gratuidad que todos hemos sido de alguna forma diferentes, que los que hoy vienen de territorios lejanos en busca de oportunidades son como aquellos compatriotas que se iban a otros países buscando lo mismo; hoy escuchamos gritos contra el diferente y desgraciadamente vivimos tiempos de violencia, asistimos todavía con dolor a la muerte de un chico de 24 años, Samuel, un crimen homófobo que nos debe hacer reflexionar sobre el papel de la sociedad, la tolerancia y de paso, en una ciudad que se tilda de tan católica, lo del amor al prójimo.
Por todo ello las manos que de corazón ayudan a los demás, pertenecen a personas que transmiten felicidad; pocas cosas son tan grandes y satisfacen tanto; no ganan Eurocopas, ni nadie escribe sobre este tipo de gentes, no son mediáticas ni están patrocinadas como se debería, pero cada día están maquinando en ese universal que es preocuparse por a gente más desfavorecida. Que España es un país con tendencia a sublimar al bandolero y castigar al premio Nobel es algo que no voy a descubrir ahora, sin olvidar que aquí cuando se habla de políticas sociales o ayudas, muchos piensan que es tirar el dinero porque la gente no quiere trabajar. Pues habrá que ir cambiando el chip. Muchas personas no pueden incorporarse a trabajar, que es bien distinto a no tiene trabajo y lo busca con brío; y cuando vemos cómo las coberturas sociales en los países escandinavos son motivo de orgullo pasa sus ciudadanos deberíamos tomar nota, entre un móvil última generación y que la gente tenga para comer, yo no tengo dudas, alimentos siempre. Por todo ello descubrir la implicación de las personas de esta Asociación con la ayuda a gente más desfavorecida, despierta mi admiración, porque como se decía en una canción de los años 70, alguien sabría decir de qué color es la piel de Dios.