Síguenos
Se cumplen 25 años del grave incendio que devoró el corazón de la comarca del Maestrazgo Se cumplen 25 años del grave incendio que devoró el corazón de la comarca del Maestrazgo
Información en DIARIO DE TERUEL del 6 de julio de 1994

Se cumplen 25 años del grave incendio que devoró el corazón de la comarca del Maestrazgo

Obligó a desalojar a 300 vecinos
banner click 236 banner 236

El incendio del Maestrazgo acaba con el futuro de la comarca. El titular de portada del 7 de julio de 1994 describía el drama con el que se vivió aquel gran incendio que quemó montes pero, sobre todo, ilusiones y esperanzas. Aquel incendio empezó con el rayo que cayó en la quebrada, como leíamos en las crónicas de entonces, y terminó con promesas de ayudas y peticiones de responsabilidades políticas. Los titulares y las fotos reflejaban la angustia y el miedo de los vecinos, los que tuvieron que ser desalojados y los que estuvieron días sin dormir para combatir cómo podían el fuego o ayudar a quienes se dejaron el alma allí, voluntarios y forestales y técnicos que se enfrentaron sin descanso a un desastre natural de proporciones desconocidas en la provincia. 

Sixto Buj, pastor en Villarluengo, dio el aviso. Un rayo de una tormenta seca el viernes  1 de julio de aquel 1994 provocó un fuego pero no fue hasta la mañana del sábado cuando el pastor vio el fuego y dio el aviso. El rayo cayó detrás de una quebrada que impide su visión desde el mismo Villarluengo leíamos en las crónicas de aquellos días. “Se tardó media hora en ir allí y cuando llegamos, las gomas del camión motobomba que tenemos en el pueblo no alcanzaban para apagar las llamas y desde entonces ya no se ha podido controlar” lamentaba el pastor en la edición del 5 de julio de este periódico. Llevaba, como muchos por aquellos días, tres días sin prácticamente dormir, dedicados unos a apagar el fuego y otros a atender el avituallamiento, haciendo bocadillos a destajo. “Tendremos que desalojar nuestras casas, ya lo verás” decía un abuelo ante la impotencia de uno ver nada ni a nadie que estuviera por allí para controlar el incendio decía aquella crónica. Y en el despliegue informativo de aquel día leíamos que 30 kilómetros de fuego arrasan el Maestrazgo contra el que luchaba un despliegue de efectivos limitado, decía entonces el consejero de Agricultura del Gobierno aragonés, Simón Casas, por el gran número de incendios forestales que se estaban registrando en toda España lo que limita la llegada de nuevos refuerzos en material y equipos procedentes de otras comunidades autónomas. Reconocía que lo que estaban viviendo era “un desastre sin precedentes en Aragón, un desastre tremendo” y no tardarían en llegar las críticas a la gestión política del operativo contra incendios, por la falta de medios y las decisiones tomadas en el despliegue del operativo.

Lo peor

Pero las circunstancias tampoco ayudaban. Tras la tormenta seca y aquel rayo en la quebrada, el fuego contaba con la ayuda de fuerte viento, intenso calor y sobre todo, un terreno abrupto y escarpado donde las llamas corrían más de lo que podían hacerlo vehículos antiincendios y forestales. En esas durísimas condiciones trabajaban las cuadrillas forestales, de toda la provincia y de fuera de ella leíamos, y que incluso llevaron a que soldados del ejército que habían acudido a ayudar en las labores de extinción tuvieran que ser evacuados tras deshidratarse y verse aislados por el fuego.

Las llamas amenazaban además a los núcleos habitados, además de masías, y los habitantes de seis pueblos tuvieron que dejar sus casas para alojarse en Castellote y Cantavieja. Unos trescientos vecinos de Ladruñán, Las Parras de Castellote, Bordón, Cuevas de Cañart, Tronchón y Luco de Bordon se marcharon ante el riesgo de que llegara el fuego y el humo y en Villarluengo se optó por trasladar a los más mayores. Pero los desalojos tampoco fueron fáciles porque algunos vecinos se resistían a abandonar sus hogares, como leíamos aquellos días: La tensión rodeaba a la familia de la masía La Morellana (en Olocau del Rey) que no quería abandonarla a pesar del fuego. Finalmente, la familia, compuesta por un matrimonio mayor y sus cuatro hijos, fue sacada de la masía: Uno de los hijos era atendido de un ataque de nervios mientras su hermana lloraba en la plaza del pueblo. Uno de los hermanos que se escapó hacia la masía que estaba prácticamente rodeada por las llamas y tuvo que acudir un helicóptero de la Generalitat Valenciana a rescatarle.

Por suerte no se lamentaron daños personales aunque fueron días de preocupación, cuando fueron llamados agentes de la guardia civil fuera de servicio a colaborar en la búsqueda de un sargento y cinco números con los que habían perdido comunicación, que finalmente fueron localizados. Y también hubo un operativo de búsqueda para localizar a un anciano desaparecido en Ortells (Castellón).

Controlado pero no

En la portada del 6 de julio de 1994 leíamos: Prácticamente controlado el incendio en la zona turolense del Maestrazgo del que, decía aquel texto, el único frente que quedaba sin controlar era el abierto en la zona conocida como el Santuario de la Balma, en los límites de la provincia de Teruel con Castellón. Al mismo tiempo, la portada se hacía eco del anuncio del Gobierno de Aragón, presidido por el socialista José Marco, de un amplio abanico de ayudas para los habitantes de las poblaciones afectadas.

El fuego no tiene piedad con el Maestrazgo titulaba la información de aquel día donde seguían contando el despliegue de medios y alertaba de que todavía la lucha contra el fuego estaba en un punto álgido, a pesar de llevar ya cuatro días de intenso trabajo: Aunque por horas parecía que el fuego estaba controlado y en algunos puntos extinguido el fuerte calor y el viento provocaba que volviera a aparecer requemando lo quemado en una gran parte, lo que constituye una auténtica pesadilla que parece que no tiene fin.

Leíamos aquel 6 de julio que la Diputación de Teruel solicitaría la declaración de Zona Catastrófica, mientras CHA hablaba de negligencia de la DGA al no cubrir las plazas de guardas forestales convocadas en abril y UAGA culpaba, decía el periódico, a la Política Agraria Comunitaria.

Cinco días después del incendio, la imagen de la portada era de las llamadas que  habían llegado a algunas casas y las informaciones hablaban ya de 20.000 hectáreas quemadas en un incendio que, decía el periódico, había acabado con buena parte del desarrollo previsto en el Maestrazgo a través del programa Leader y el Plan de Desarrollo de la Comarca.

El fuego deja paso a la desolación cuando los evacuados pudieron comenzar a volver a sus hogares, contaba el periódico el 7 de julio. Ese mismo día se anunciaba que el consejero Simón Casas se enfrentaría a una petición de dimisión por parte del PP y del PAR.

A medida que la urgencia de dedicar todos los esfuerzos al fuego disminuía, aumentaba la sensación de abandono y con ella la petición de responsabilidades, aunque ya en los primeros días leíamos cómo los vecinos de Tronchón y Olocau del Rey (Castellón) mostraban su disconformidad con la estrategia seguida para atacar el incendio, marcada y delimitada por las fronteras provinciales, lo cuál impedía una mejor coordinación de tareas, según estos vecinos. Se quejaban de los problemas del fenómeno de las competencias entre una provincia u otra, algo que ya ocurría cuando en invierno las carreteras se cubrían de nieve y veían cómo las máquinas solo limpiaban el tramo de su comunidad. El consejero defendía la corrección de los medios empleados en las labores de extinción y coordinación, aunque opinó que hay que reforzarlos y de hecho, estudiaban rescindir los contratos de la empresa adjudicataria del servicio de helicópteros por llegar un día tarde el  aparato que operaba desde la base de Montalbán. “Hablar de coordinación es una entelequia cuando hay tantísimos medios en marcha; o entiendo esas opiniones pero creo que son fruto de una falta de visión global del tema” declaraba el consejero.

También hubo críticas, pero del propio presidente de Aragón, José Marco, tras el desplante del ministro Narcis Serra, que pasó de largo por el Maestrazgo en su recorrido aquellos días por las zonas afectadas por grandes incendios, especialmente en Levante. Y los agentes forestales y personal técnico criticaron también la desidia de los diferentes Gobiernos de Aragón, decían días después del incendio, y pedían responsabilidades, especialmente por la contratación de medios produciéndose un retraso que ha incidido directamente en el desastre de los hechos. Abogaban también por que las cuadrillas forestales estén formadas por habitantes de los núcleos rurales, con preparación y con contratos de al menos seis meses al año, así como horario que abarque mañana y tarde. Y llamaba la atención la sorpresa que mostraban por la ingratitud de algunos habitantes del Maestrazgo que habían cuestionado su trabajo. Recordaban el caso de los trabajos en Luco de Bordón para impedir que el frente principal del fuego llegara al pueblo, con un helicóptero y una cuadrilla que, tras impedir el paso de las llamas, tuvo que dejar parte de la herramienta y ropa para poder evacuar a cinco ancianos vecinos del pueblo, respondiendo a quienes habían citado estas herramientas como símbolo de la huida de una cuadrilla. “Entendemos la rabia de la gente al quemarse las proximidades de su pueblo, pero no la ingratitud desmesurada de alguno de sus ciudadanos”.

Destacaba la pericia de los agentes en su columna de El canto del gallo el columnista colaborador de este periódico Juan Antonio Usero y citaba declaraciones suyas: “Hemos trabajado en vertientes del 75% de desnivel, agarrados a las piedras, pegados al terreno como lapas y bajo temperaturas de 50 grados. No nos queremos hacer más grandes que nadie, pero estamos adaptados y eso cuenta”.

Llamaba la atención sobre los errores de los que había que aprender, como falta de preparación y estrategia y se preguntaba: Si la noche del sábado al domingo se había clamado el incendio, de manera que el fuego estaba prácticamente controlado, no entienden los nativos cómo desde el alba hasta las 10:30 que lega dos  hidroaviones y un helicóptero, no se tomaron más precauciones”.

La campaña de incendios estaba siendo dura en todo el Levante y también en Teruel, donde el verano empezó quemando 2.700 hectáreas en un incendio en Tramacastiel, también por un rayo de una tormenta seca.

Aún sin acabar del todo con el incendio del Maestrazgo, los efectivos contra incendios tenían que mirar hacia el Alto Palancia para impedir que un incendio en esta comarca castellonense avanzar hacia Teruel por San Agustín, y lo hicieron con un cortafuegos de seis kilómetros. Mientras en el Maestrazgo terminaban de apagar las llamas mientras pensaban en lo que habían perdido y que este periódico resumía así: Un desastre tan inmenso que es imposible poder hacer una descripción de lo que está haciendo un fuego tan inmisericorde con una zona siempre pobre y que apuntaba sus esperanzas de salir de su eterno agujero en el turismo y que este incendio acaba definitivamente de enterrar. Van a ser necesarias que transcurran muchas décadas para poder ver lo que hasta hace escasos días era belleza y esperanza.