El pasado viernes, el periódico de mayor tirada de España publicó un reportaje sobre la supuesta violencia sexual que ejercía Carlos Vermut sobre tres mujeres. Un trabajo que recogía la denuncia de las tres presuntas víctimas y el sufrimiento que habían vivido por parte de un hombre que se sirvió de su situación de poder para aprovecharse de ellas. Los testimonios de estas tres chicas son aterradores y plasman el miedo que existe todavía entre las mujeres a hablar y perderlo todo. Miedo a que las señalen, a que después de la revelación de este caso, sean tachadas de mentirosas y acusadas de que esta denuncia, de ser falsa, podría arruinar la vida de este hombre.
Para no tener una sola versión del caso, en este mismo periódico publican las declaraciones del director de cine acerca de estas acusaciones. Dice que él recuerda haber tenido siempre sexo consentido, que otra cosa es si luego ellas llegaran a su casa y se sintieran mal, que eso ya, problema suyo. Cultura de la violación plasmada en un par de entrecomillados.
Para leer la denuncia de estas víctimas, la defensa del cineasta, las conversaciones de WhatsApp que mantuvieron y, en definitiva, la investigación periodística que hay detrás de este caso, hay que pagar. Hay que pagar porque los tres periodistas que escribieron este reportaje no desayunan aplausos ni pagan a su casero con un fajo de clicks. Es su trabajo.
A partir de ahí, la gente critica que, con un tema tan delicado, no se puede intentar sacar beneficio económico ni frivolizarlo con un muro de pago. Justamente porque es un tema delicado y porque requiere de un trabajo previo, necesita refuerzo en personal y en recursos y eso, se traduce en gastos.
Poner un muro de pago no banaliza un tema, demuestra que el periodismo de calidad hay que pagarlo. Este reportaje recoge el esfuerzo de tres profesionales por tratar un tema de la manera más respetuosa posible. Son tres periodistas que han estado 365 días trabajando detrás de este caso, y el trabajo se paga.