El odio arrasa con todo. No deja a nadie vivo, pero estamos tan acostumbrados a él que ya lo reconocemos como un individuo más de la calle. Hace solo unos días, el grupo de música Supersubmarina volvía a un escenario después de 8 años sin siquiera acercarse a esa tarima que un día les hizo tan felices. No habían abierto la boca desde que un 14 de agosto de 2016 sufrieran un brutal accidente de tráfico que, de milagro, no les cuesta la vida. Aunque sí les costó tener que despedirse de todo lo que habían conocido hasta el momento. No cantaron ninguna canción. Deben ser el único grupo de música que consiguen recibir más y más cariño, pese a que ellos están en silencio desde el escenario. Pero, en medio de todos sus fans, de todos los que un día corearon sus canciones en noches de concierto, ahí, les preguntaron por el día en que la muerte se sentó a su lado. Conducía Pope en el momento en el que chocaron con una furgoneta y se despertaron en el hospital. Confesó que, en muchas ocasiones, él sentía que había tenido la culpa de todo.
Ahí respondió otro de la banda, que él no tenía que cargar con eso, que tomaron la decisión de que condujera él cómo podía haber conducido otro, que ellos eran un grupo y eran un grupo “para todo”.
Ojalá en España fuéramos un país “para todo”. Ojalá fuésemos capaces de, ante las mayores desgracias, unirnos sin naufragar en el mar de quién ha tenido la culpa y quién podía haberlo evitado. Ojalá fuéramos más de nacionalidad ‘Supersubmarina’ y menos españoles. Ojalá hiciésemos algo tan loco como unirnos todos en un mismo homenaje a víctimas de atentados terroristas o fallecidos por la pandemia. Que no estuviéramos 88 años después intentando reescribir la historia para hacer creer que los malos no fueron tan malos.
Quiero pensar que algún día seremos capaces de condenar una misma tragedia todos juntos, que nos alegraremos a una sola voz con algo más que no sea un mundial de fútbol. Que seamos capaces de ver algo de luz en el adversario incluso cuando solo parece existir oscuridad.