EFE/Manuel Bruque
Esta semana, uno de los bomberos que se ha dejado la piel en la zona 0 de la dana en Valencia aseguraba que el Estado no se podía permitir el lujo de tener voluntarios en las calles de Valencia. No podía ser que, pagando mes tras mes tus impuestos, tuvieran que ser los ciudadanos los que cogieran sus botas de agua, un rastrillo y rescatarán su mascarilla olvidada del armario para ir a achicar agua a Paiporta, Utiel o Massanassa. Esas labores las tenían que hacer los bomberos o demás servicios profesionales que conocen todos los peligros de una zona claramente insalubre y en la que reina el caos. Aseguraba que no les habían dejado ir porque, una vez más, había fallado la coordinación. Pero la de Valencia no es la primera vez que esto ocurre, a su memoria venían recuerdos del Prestige, la riada del camping de Biescas o muchos otros episodios catastróficos que han acontecido en nuestro país.
Es cierto que, son muchas las personas, de todas partes de España que han acudido a ayudar a los pueblos anegados de Valencia sin pensarlo. Viéndose obligados a ignorar que se tiene que caminar con mascarilla porque el polvo en suspensión y el fango se ha adueñado de las localidades, que hay un grave problema con el alcantarillado y que, ahora, esos puntos se han convertido en un foco de infecciones.
Todos los voluntarios que han acudido a Massanassa, Albal o Picanya lo han tenido que olvidar porque en España, los ciudadanos sabemos que no hay excusas cuando se trata de intentar salvar la vida de alguien o hacer que su vida recupere la normalidad.
España, ese país del que tanto despotricamos por su picaresca y picardía, del que, durante años, hemos soportado estoicamente que se rieran en el resto de Europa porque nosotros eramos considerados la hamaca y sombrilla de los países nórdicos, pero que ahora ha dado un ejemplo. Otra cosa es que los políticos hayan estado a la altura o, una vez más, deberían aprender del pueblo que les vota.
Es cierto que, son muchas las personas, de todas partes de España que han acudido a ayudar a los pueblos anegados de Valencia sin pensarlo. Viéndose obligados a ignorar que se tiene que caminar con mascarilla porque el polvo en suspensión y el fango se ha adueñado de las localidades, que hay un grave problema con el alcantarillado y que, ahora, esos puntos se han convertido en un foco de infecciones.
Todos los voluntarios que han acudido a Massanassa, Albal o Picanya lo han tenido que olvidar porque en España, los ciudadanos sabemos que no hay excusas cuando se trata de intentar salvar la vida de alguien o hacer que su vida recupere la normalidad.
España, ese país del que tanto despotricamos por su picaresca y picardía, del que, durante años, hemos soportado estoicamente que se rieran en el resto de Europa porque nosotros eramos considerados la hamaca y sombrilla de los países nórdicos, pero que ahora ha dado un ejemplo. Otra cosa es que los políticos hayan estado a la altura o, una vez más, deberían aprender del pueblo que les vota.