Si hay algo peor que no ir a Vaquillas para un turolense es que la gente de tu alrededor mande fotos de lo especiales que han sido este año. Esta vez yo no he podido ir a las fiestas, pero son muchas las personas de otras ciudades que se han acercado a Teruel para vivir estos días intensamente.
Y como no, no han echado ni una pizca de menos el neón y las alfombras rojas de la capital porque han descubierto que los turolenses no exageramos cuando aseguramos que vivimos en una ciudad con las mejores fiestas del mundo.
Resulta curioso que Teruel se haya llenado de extranjeros y muchos de los locales no hayamos podido asistir por trabajo, problemas de comunicación con la zona o porque, poco a poco, uno va relegando el celebrar las fiestas a la última de sus preocupaciones.
Esto es el intercambio de todos los años, donde los habitantes de grandes ciudades que tienen las oportunidades al alcance de la mano pueden irse de vacaciones a disfrutar de la España Vaciada y los que crecimos en esa zona, sin embargo, tenemos que ir a buscarnos la vida rechazando cualquier tipo de desconexión o descanso.
Y es que, si algo tenemos que soportar los que nos vemos obligados a irnos de nuestras ciudades es a aguantar, no solo la mentira de que tenemos más privilegios que otros por haber podido irnos, sino también, ver cómo luego los de la capital invaden el resto de los territorios impregnando sus tierras de una falsa solidaridad y divulgando clichés que han visto reflejados en las películas del cine.
Pero, mientras tanto, mientras en la ciudad muchos recelan de que los jóvenes luchen por ir fuera y ganarse la vida, en la España despoblada, esa en la que miras por la ventana y ves verde y no una jungla de cemento, seguiremos abriendo nuestros brazos a los demás, porque sabemos lo que es quedarse sin nadie y queremos que el resto también disfrute de lo que es sentirse arraigado a su tierra y que te salten lágrimas cuando dejas sus fronteras.