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Javier Gascó

Me tomaba una cerveza el otro día mientras mantenía una conversación de esas que suelen quedarse para siempre en un rincón de la mente sin saber muy bien del todo la causa exacta de su estancia. “¿Sabías que el concepto de sibarita lo creo Epicuro?”, me preguntaron. Yo no tenía ni idea, pero recibí la información como si de un niño al que se le ofrece el más dulce de todos los caramelos se tratase. Bueno, realmente no recibí prácticamente información sobre el motivo que había llevado al filósofo griego a atribuirle una palabra tan bonita como es “sibarita” a un concepto tan poco bien visto socialmente. De hecho, sigo sin saberlo.

Pero, oye, me quedé con ese anecdótico dato y me puse a pensar en la conceptualidad (no sé si este concepto, valga la redundancia, existe) de todas y cada una de las cosas que nos rodean en nuestro día a día. Sí, de vez en cuando me gusta ponerme un tanto filosófico, aunque mis teorías suelen ser tan simples como las del niño del caramelo que mencionaba tan solo unas cuantas líneas más hacia arriba.

Nunca llego a una conclusión clara sobre el por qué de las palabras. Para mí algunas tienen sentido e incluso casan con la acción que desean expresar. El concepto de lluvia no se puede expresar de otra forma mejor que con la palabra “lluvia” o una uña no podría encontrar palabra que la definiera mejor que la propia palabra “uña”. Sin embargo, otras no tienen esa concordancia tan precisa. ¿Por qué usamos la misma palabra para un reloj de pared y para uno de muñeca? Los ingleses, a los que más bien poco tenemos que envidiarles, utilizan dos distintas y creo que cuadra mucho mejor con el concepto de cada uno. Clock es la imagen exacta de un reloj de pared, mientras que watch es al cien por cien el mismo dispositivo, pero de un tamaño mucho menor y para llevar en la muñeca.

Mi percepción de la realidad puede parecer rara e incluso para algunos puede resultar inexplicable, pero es lo que tiene la filosofía, que, por cierto, es una de esas ciencias que tiene una palabra que se le ajusta a las mil maravillas. Qué cosas.