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Hace tiempo que no me paso por esta columna a dejar unas cuantas líneas de lo que pienso. La combinación entre mi agenda y las festividades navideñas ha sido la causante de mi ausencia estas semanas que han servido incluso para cambiar de año. Han pasado solo trece días desde Nochevieja, pero solo los pelmas que siguen felicitando el año a estas alturas se acuerdan de ello. El resto ya estamos a otra cosa, a eso, a 2025. Y es que, aunque sea topicazo, cada vez el tiempo vuela con más ligereza.
Pocos días antes de que concluyese ese 2024 que, a juzgar por las redes sociales, ha sido un año maravilloso para el 99,9% de mis allegados se viralizó una columna de opinión publicada en 2009 por Manuel Vicent en El País en la que hablaba precisamente de esa fugacidad del tiempo a medida que uno se hace mayor y animaba a huir de la monotonía para seguir viviendo a todo trapo, sin importar si el número que acompaña a cada uno en su día a día se comporta como inevitablemente lo hace. Razón tiene.
Encontrar esas “pasiones nuevas” o esas “experiencias excitantes” de las que Vicent habla en su texto es fundamental para andar por el camino de la vida un poquito más despacio de lo que nos marca el reloj de la rutina. O disfrutarlo, que viene siendo lo mismo.
“Lo mejor que uno puede desear para el año nuevo son felices sobresaltos, maravillosas alarmas, sueños imposibles, deseos inconfesables, venenos no del todo mortales y cualquier embrollo imaginario en noches suaves, de forma que la costumbre no te someta a una vida anodina. Que te pasen cosas distintas, como cuando eras niño”.
No deseo otra cosa para estos once meses y pico que quedan por delante, porque casi sin darnos cuenta nos ha pasado por nuestras narices y casi sin avisar la primera quincena de este año 2025.
Menos mal que aún hay algunos que nos recuerdan que es hora de cambiar el chip con su tardío “Feliz año nuevo”.
Pocos días antes de que concluyese ese 2024 que, a juzgar por las redes sociales, ha sido un año maravilloso para el 99,9% de mis allegados se viralizó una columna de opinión publicada en 2009 por Manuel Vicent en El País en la que hablaba precisamente de esa fugacidad del tiempo a medida que uno se hace mayor y animaba a huir de la monotonía para seguir viviendo a todo trapo, sin importar si el número que acompaña a cada uno en su día a día se comporta como inevitablemente lo hace. Razón tiene.
Encontrar esas “pasiones nuevas” o esas “experiencias excitantes” de las que Vicent habla en su texto es fundamental para andar por el camino de la vida un poquito más despacio de lo que nos marca el reloj de la rutina. O disfrutarlo, que viene siendo lo mismo.
“Lo mejor que uno puede desear para el año nuevo son felices sobresaltos, maravillosas alarmas, sueños imposibles, deseos inconfesables, venenos no del todo mortales y cualquier embrollo imaginario en noches suaves, de forma que la costumbre no te someta a una vida anodina. Que te pasen cosas distintas, como cuando eras niño”.
No deseo otra cosa para estos once meses y pico que quedan por delante, porque casi sin darnos cuenta nos ha pasado por nuestras narices y casi sin avisar la primera quincena de este año 2025.
Menos mal que aún hay algunos que nos recuerdan que es hora de cambiar el chip con su tardío “Feliz año nuevo”.