Síguenos
Unas valientes Unas valientes

Unas valientes

banner click 244 banner 244
Javier Lizaga
Somos tanto lo que guardamos como lo que abandonamos. Ya saben. Ese papel que seguimos llevando doblado en el monedero. Esa camisa que ya no nos ponemos. Los libros que empiezan a estorbar en la mesilla. El fondo de armario de tu bolso. La pereza, el miedo o, simplemente, un recuerdo, que las olas arrastran todavía por la arena y nos embelesa cómo rueda. 

María me dijo que tiene depresión, como esos recibos de la luz olvidados que siguen a la vista de todos, en la cocina. 

Merche contó después que su marido murió hace un año, enfermó hace 4, los que ella lleva encerrada en casa. “Estoy saliendo del pozo”. 

Visi puntualizó que se trata de “no hablar con las paredes”, del verbo caer, “ya no se me cae la casa encima”. 

Eder no dijo nada, solo se sentó. Hacía 15 años, desde que murió su marido, que no pisaba el bar.
 
Somos una pieza más de un mecano donde solo contamos lo que nos creemos que contamos. Marcos Giralt enhebra esta conclusión en el libro hecho de otros libros que escribió tras la muerte de su padre. No somos los primeros, ni los últimos. Ser empieza por querer. 

Por eso, sigo pensando en ellas. En las mujeres que han empezado a usar el programa Acompañándote en el valle del Alfambra, puesto en marcha por los servicios sociales de la Comarca Comunidad de Teruel contra la soledad no deseada en el medio rural. 

Si las hubieran oído no les impresionaría lo que hay tras esas palabras, sino su valentía, hablar cómo quien le reclama a la operadora. Como quien no se deja engañar más. 
Quizá la revolución pueda empezar por ahí. Por lo que, como dicen las novelas negras, está oculto, delante de nuestras narices. 

Por poner menos excusas, usar menos eufemismos y decir un poquito más te quiero. 

Mis disculpas si no les ha gustado. Como dice Iribarren, cuando sale mal el poema: los críticos también tienen que vivir. Somos tanto lo que guardamos como lo que abandonamos. Ya saben. Ese papel que seguimos llevando doblado en el monedero. Esa camisa que ya no nos ponemos. Los libros que empiezan a estorbar en la mesilla. El fondo de armario de tu bolso. La pereza, el miedo o, simplemente, un recuerdo, que las olas arrastran todavía por la arena y nos embelesa cómo rueda. 

María me dijo que tiene depresión, como esos recibos de la luz olvidados que siguen a la vista de todos, en la cocina. 

Merche contó después que su marido murió hace un año, enfermó hace 4, los que ella lleva encerrada en casa. “Estoy saliendo del pozo”.
 
Visi puntualizó que se trata de “no hablar con las paredes”, del verbo caer, “ya no se me cae la casa encima”. 

Eder no dijo nada, solo se sentó. Hacía 15 años, desde que murió su marido, que no pisaba el bar. 

Somos una pieza más de un mecano donde solo contamos lo que nos creemos que contamos. Marcos Giralt enhebra esta conclusión en el libro hecho de otros libros que escribió tras la muerte de su padre. No somos los primeros, ni los últimos. Ser empieza por querer. 

Por eso, sigo pensando en ellas. En las mujeres que han empezado a usar el programa Acompañándote en el valle del Alfambra, puesto en marcha por los servicios sociales de la Comarca Comunidad de Teruel contra la soledad no deseada en el medio rural. 

Si las hubieran oído no les impresionaría lo que hay tras esas palabras, sino su valentía, hablar cómo quien le reclama a la operadora. Como quien no se deja engañar más. 

Quizá la revolución pueda empezar por ahí. Por lo que, como dicen las novelas negras, está oculto, delante de nuestras narices. 

Por poner menos excusas, usar menos eufemismos y decir un poquito más te quiero. 

Mis disculpas si no les ha gustado. Como dice Iribarren, cuando sale mal el poema: los críticos también tienen que vivir.