Solía pensar siempre lo mismo antes de un examen importante. La noche previa, esa del socrático no sé nada y del “no puedo más”, en plan Camilo Sexto. Siempre deseaba sacar un 9.5, y que todos los demás tuvieran un 10. Una estupidez, sí. Pero me permitía recordar que sólo competía conmigo mismo, que no importaba ser el peor, y que, nunca, mi fortuna debía basarse en la mala pata ajena.
El día de la lotería es así. Cuando uno es protoperiodista se imagina entre un capazo de gente que brinda detrás, felices como erasmus, utópicos como indepes. Al final, la realidad es que el 22 de diciembre toca pleno de presupuestos. Y los de Vox votan en contra, porque rechazan la ayuda a la cooperación (proyectos para canalizar agua para que no violen a niños y niñas en un pueblo de África) y porque se mantienen las campañas contra la violencia machista. Como para ponerse generoso, ni la salud se respeta.
Justo cuando en Teruel empezaba el pleno, en Argente había sólo tres vecinos en el bar, los tres se quedaron mirando y se pusieron a gritarse en una escena que vale más que el quinto premio. 180 vecinos y 7 millones de euros. De esa gente que te alegras que les vaya bien: lo primero que pensaron es que tienen que hacer unas buenas fiestas. Manolo, de Lidón, lo resumió: “igual nos quedamos a comer, y lo que surja”. La verdadera fortuna no es la pasta, es poder estar a lo que surja.
Y lo que surgió a la una y pico es que tocaron 10 décimos del Gordo en el Tozal, ya ves. “Teruel, Teruel”. Alguien hizo eco a la radio, que dictaba los lugares agraciados, creíble porque la llevas escuchando desde que tenías 2 años. Allí un abrazo a Ivan, porque a los generosos se los reconoce antes que a los millonarios. Directos sin preparar, alegría improvisada y los vecinos que aun preguntaban: “pero, ¿qué ha tocado?”. Y tenías ganas de decir, ¿y que más da?, pero habrá que celebrarlo.