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Tan chungueiros Tan chungueiros

Tan chungueiros

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Javier Lizaga

Benidorm ha dejado claro que casi todas las revoluciones son fallidas. Unos cuantos locos nos apostamos tras los televisores como si volviera Falcon Crest. Espectáculo del bueno. Del que se puede comentar al día siguiente en el ascensor, sano como unos cubatas tras el examen de Estadística. Y así empezó el festival que tenía que decidir la canción que mandamos a Eurovisión, ríete de los acuerdos del carbón, y con un exministro de presentador, toque español.

Como en la campaña electoral, en las actuaciones solo distinguimos un poco de vergüenza ajena, mucha sobreactuación y algo de drama. Pero igualmente cambiamos pocas ideas. Que si Rayden no me he enterado de media canción, que si los de Varry poco curro, que si un imitador de A-ha, otro de los Back Street Boys, una beyoncé de hacendado y las favoritas. Por un lado Rigoberta, con un elogio a la teta y a las madres que estaban los de la lactancia materna petando el merchandising y las Tanxugueiras (ojo hasta que me lo he aprendido) con una canción que tenía más pluralidad en el estribillo que el grupo mixto.

El jurado demostró cómo está el tema de los profesionales, la España de los gremios que no curra hasta después de almorzar. En el cole nadie nos dijo que se podía ser inspectora del coro de la tele. Para currazo el que llevaba las cuentas de cuánto había que votar a Chanelita para compensar el voto del público. Y así las gallegas, que arrasaron en lo popular, volvieron a emigrar, ya se sabe. Puestos a llevar la contraria a los votantes, ¿podemos urdir algo así para los de Vox?

Los que hemos perdido más que el Albacete sabemos que la victoria es accesoria. Como le decía a un colega que me preguntaba cómo he acabado periodista, el triunfo es hacer lo que uno quiere. Hay que asumir que vivimos en un país que pinta poco en la OTAN y que no gusta de sobresaltos. Hasta Casado evitó pronunciar la palabra teta, qué buen seminarista. Las redes se indignaron y el domingo amanecimos con un poco de sueño. Comprobando la gran maravilla y verdad del espectáculo, que es una mentira. Los que manejan suelen obviar muchas cosas, entre ellas su torpeza. Y que la verdad es que no les importa mucho lo que piensa la gente, bueno, a nosotros tampoco lo que piensan ellos, tan chungueiros como son.