Te demuestra que ser lagartija no está tan mal. Es sólo un momento. Los rayos de sol te inciden como si fueras una placa solar y da igual si estas sentado o andando, yo cruzaba el viaducto, un escalofrío de bienestar te recorre el cuerpo y te reconforta. Por un instante, el resto no importa mucho y te dejas simplemente bañar por el sol como si fueras un lagarto. Los expertos dicen que son vitaminas, yo creo que es el cuerpo en plan Labordeta en el Congreso: “a la mierda”.
El atardecer y el amanecer son realmente los únicos límites, sostiene el gran Iñigo Domínguez. Los únicos puntos de fuga, los que te devuelven a la realidad cuando somos unos niños y es verano, que es la verdadera libertad. Esos rayos de sol me recordaron a Verónica Forqué. Acababan de grabar una escena en la terraza de mi casa. Mientras todo el mundo subía y bajaba cosas por las escaleras, como en medio de un incendio, ella nos acompañaba a mi hija de dos años y a mí, amable y sonriente, como si realmente la anfitriona fuera ella. Seguramente dije alguna tontería y ella me preguntó con aire serio si venderían alguna casa por la zona. Señalando al atardecer nos explicó que le bastaría con sentarse a mirarlo, que eso le haría feliz. Que teníamos mucha suerte.
“Nuestras preguntas, al primer descuido, nos dirigen hacia lugares adonde no queremos ir”, le confiesa Ramírez a Magaña, en una conversación entre dos policias corruptos en medio de los crímenes de mujeres en Mexico en la obra maestra de Bolaño, “2666”. Como si la verdad estuviera ahí en medio y realmente el esfuerzo fuera no verla. La Forqué es tan genial que hacía de prostituta y se ganaba el respeto. Y nos recordó que la tele, a veces, está mejor apagada. Es mítica la escena de “¿Qué he hecho yo para merecer esto?” en la que la niña pide ver un programa de la tele y su madre le programa la lavadora, y la sienta en frente. A mí fue mi hija, cuando tenía un año, la que me enseñó que simplemente descubrir cada noche la luna es maravilloso. Cuesta más cambiar la mirada que la realidad. Quizá lo más complicado sea encontrar lo sencillo en medio de todo esto. El creador del Corto Maltés, Pratt se vanagloriaba de haber pasado la vida entre fantasía, frente a los que le decían que no servía para nada. No se me ocurre mejor propósito para iniciar las navidades que llenarlas de cosas sencillas e inútiles.