La realidad no cabe en las noticias. Es así. Me lo recordó Andrés en el mismo momento en que desarmó mi sarta de cifras, estadísticas y enunciados. “En las residencias de ancianos no veo gente feliz”.
Yo venía a hablar de la brecha digital y él que colaba la vida por cualquier brecha. “No es estar solo, es sentirse solo, es lo que queda cuando se marchan sus nietos de la visita a la residencia”. Yo sólo escuchaba.
El periodismo se basa en las novedades, porque hay verdades, tan comunes, tan cercanas que nadie quiere escuchar. Fogwill saludó a su amigo, justo se acababa de morir su padre, con “uy, el huerfanito”.
Una de mis mejores noticias contó la llegada de la primavera, decían que nadie quería, que ya había muchas noticias tristes. Era la pandemia, y me pregunto donde ven hoy el jolgorio en el informativo.
Podríamos hacer una noticia de lo maravilloso de la gente que sonríe, así, sin motivo, incluso hay quienes dicen alegremente “buenos días”, los inconscientes que preguntan si es tu turno en la cola de la tienda, los que esconden, sin pudor, amabilidad tras un mostrador, los que ceden el paso e incluso los que te lo cortan, y quieren bromear, contraviniendo la normativa de agonía y sufrimiento del lunes.
Solo piensan en cifras, solo creen en el moco hervido, ven las nubes y no caen de rodillas, dice el poeta Girondo, hay que compadecerlos. No sienten que la vida es una suma de primaveras, cada una única.
Ni siquiera se acuerdan de cuando preguntaban, de niños, qué eran esos brotes, cuando arrancaban las flores para regalárselas a su madre. Se niegan a pararse ante un árbol en flor, ignoran los atardeceres y no se estremecen de emoción y frío cada mañana.
Aquel que ha sentido una vez en sus manos temblar la alegría no podrá morir nunca, comienza el poema de José Hierro. Y pienso que hoy es siempre todavía, qué exceso, y es que, comienza otra primavera.