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Para nada Para nada

Para nada

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Javier Lizaga

Las cifras ya no sirven de nada. Decir que 30.000 palestinos han muerto, que 17.000 niños se han quedado sin su familia, según Unicef, que ya van 1.7 millones de desplazados en la Franja de Gaza suena tan redondo, y, sin embargo, no cuenta nada. Suena a tertulia, a declaración internacional, a cumbre, a vacío.

No soportaríamos una hora en un centro hospitalario. Miles de muertos bajo los escombros, amputan a los niños en el suelo y las mujeres embarazadas no llegan a los hospitales, relatan los médicos que quedan.

Si no se puede hacer nada, quizá lo mejor sería agendarlo. El sábado se cumplirán dos años del comienzo de la invasión rusa a Ucrania. Se abrirán todos los informativos, pero el lunes: “Mira que no ha llovido”. No les culpo, por lo menos, cualquier día caerá un chaparrón y te quedas tranquilo.

Como decía Lluis Bassets, la guerra es el mayor y más brutal motor de cambio. Quizá sea eso, estamos haciendo un mundo nuevo, y antes tenemos que reventar este.

Vivimos por encima de las posibilidades de otros, resume Stephan Lessenich. Vale para el trabajo infantil que permite consumo barato o para los molinos que nos cascan porque los de la capi necesitan más.

Aquí tampoco se puede hacer nada. Incluso siento decirles a los agricultores que cortan carreteras que nanay.

La política agraria común, esa que pactan sus propios sindicatos, esa que cambia peces por naranjas, y que trata injustamente a los jóvenes, esa, no se puede hacer nada.

De vez en cuando hay elecciones, entretenidas y lejanas, como la Supercopa que se juega en Arabia. Hay algoritmos y mensajes para todos, cada vez se parece más comprar y votar, lo dice Byung chul Han.

No les quito mérito a los elegidos, serán los encargados de decir que no a los proyectos que ilusionen a los gallegos. Como aquí se pospone el corredor o las ayudas a las empresas. Tanto, para nada.