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Odio y estrategia Odio y estrategia
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Odio y estrategia

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Javier Lizaga
El odio está de moda. En política, cinco gobiernos autonómicos por los aires porque Vox no quiere que acojan menores inmigrantes. El odio al inmigrante es un gran clásico. En el campo, odio a Bruselas, odio a los otros, países exportadores e invasores. Odio a Rusia, por supuesto. Odio, si eres de Trump. Sobre todo, odio en las redes. El odio, irracional e hiperbólico, genera adhesiones, seguidores, vítores, palmadas. Esto es, vende, y lo que vende…

El mecanismo es sencillo. Lo explica Ingrid Guardiola. La lógica binaria (a favor, o en contra) la competitiva, y ese voyerismo espía de las redes que nos presenta al otro lejano y sin profundidad se expresan en el insulto. Para qué discutir si puedo pelear, que cantaba Loquillo.  Zizek expone que la frustración y la envidia producen el odio más cruel, el de quien sabe que no puede tener lo que anhela y busca venganza. Es propio de los terroristas islamistas, dice, pero qué raro que nos suene tan familiar.

Para Bauman, el Holocausto, el genocidio cometido por Hitler, no fue una excepción ni una acción de locos, más bien lo causaron la indiferencia y la modernidad.

Por indiferencia señala a una sociedad que fue testigo o, como argumenta otro teórico, Paxton, a esos soldados, empleados y población sin distingos, donde arraigó el odio. Por modernidad se refiere a esos médicos, empresarios y, en general, altos cargos de todos los estamentos que colaboraron también para asesinar vilmente a millones de personas.

Bauman recordaba hace años que la sociedad moderna no sólo es compatible con el asesinato sino que lo posibilitó y que cualquier tipo de freno ya hemos visto que ha fallado. Putin ha sido el primero en darle la razón, unos años después. ¿Qué tipo de sociedades y comunidades engendra el odio? ¿Hacia dónde caminamos? Quizá ya no nos importe porque odiemos a todos los que nos rodean.

El odio es así.