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Nunca pasa nada Nunca pasa nada
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Javier Lizaga
Cuando Gregor Samsa se despertó una mañana tras un sueño intranquilo, se encontró sobre su cama convertido en un monstruoso insecto. Acaba de cumplirse el centenario de la muerte de Kafka, tan vivo como ese desasosiego que el escritor checo dibujó a la perfección. A Gregor le preocupó más cumplir con su jefe que ser un escarabajo. Una devoción infecta que se ha extendido a muchos de los que nos gobiernan. 

La imputación de Salomé Pradas, la exconsejera de Interior y Emergencias, por la jueza de Catarroja que investiga la dana en Valencia, me ha recordado a Kafka. Aún no han encontrado a todos los desaparecidos de aquel 29 de octubre y todo parece reducirse a quien mandó o debía haber mandado el mensaje de alerta y dónde estaba el presidente Carlos Mazón de las 14:30 a las 20:30. Como ese alumno que falta a clase y del que nadie sabe. 

Nada más duro que la hemeroteca. Tras los 81 muertos que dejó un Alvia en Angrois el maquinista y el director de Seguridad de Adif fueron condenados a dos años y seis meses de cárcel, hicieron falta once años. El general Navarro, que dirigió la identificación de cadáveres del Yak-42, con 30 de 62 errados,tres años de cárcel. Y volvemos a Valencia cuyo accidente de metro dejó 43 muertos y una condena de un año y diez meses a cuatro exdirectivos de Ferrocarrils de la Generalitat Valenciana. Juzguen. 

La tarde del 29 de octubre hubo un sistema de emergencias que falló por completo. ¿Por qué nadie cortó carreteras? ¿Por qué no hubo bandos municipales? ¿Dónde se paró el mensaje de los que a principio de la tarde veían el desastre? ¿Dónde estaban los técnicos de la Confederación? ¿Dónde estaban los que recibían miles de llamadas de auxilio? Nadie se rebeló ¿Por qué los políticos callaron a los expertos? ¿Por qué se dejaron callar? Mazón y su troupe deberían estar ya en la cárcel pero hay muchos técnicos que nunca más deberían ejercer. Tan claro se ve como sabía Gregor que nada se podía hacer.