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Isabel Aaiún canta la canción Potra Salvaje en la celebración de la Eurocopa. Tras ella, el DJ turolense que la remezcló, Fernando Moreno. EFE

Música veraniega

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Javier Lizaga

Se pueden llevar bermudas colganderas, chancletas doradas o unas gafas tipo Martirio, pero con la música no se puede disimular. La verdadera sensación que corona la canción del verano es el odio. Coplera y maquinera, remezclada por un turolense, eso mola, ha reinado la Potra Salvaje, aunque a mí, una tía con vestido y seis tatuajes debajo, me parezca más una choni.

Lo siento, pero no se puede disimular. Tanto seas un negacionista (de la edad y de la propia evolución) y bailes con Paco Pil, defiendas al remember con el afán de un militante de Izquierda Unida (y el mismo futuro), o seas un reguetoniano, esa secta que canta como si mascara un zurullo, mami linda, cosa bella. Incluso estamos los amantes del indie, flacuchos y con espíritu quebradizo, el gesto simplemente es de concentración para intentar entender las letras.

Lo pensé en una peña a las 3 de la mañana, cómo hemos cambiado. Atronaba Qué vida tan dura de Arde Bogotá y encontré paradójico que la juventú de 2024 lloriquee y en el 89 el único inconveniente fuera que Aquí no hay playa.

Hay también mucho drama del portal. De la obsesión delictiva de Ayer la ví, al cáncer de piel de Quiero rayos de sol tumbados en la arena, si las mezclas vuelve Eva María. Viva Suecia te anuncia que No te creas lo que dicen los cantantes, haremos caso a los de Vox, si te parece mejor.

También hay canciones optimistas, Me pongo pibón y me voy con las babys. Así que la revolución era garrafón, perfil mujer de 40 en adelante y con amiga divorciada. Ya sabíamos cómo iba a acabar la Macarena (1996). Pero si algo hemos ganado son tecnicismos, empezamos con Devórame otra vez (1988) y Despacito (2017) pero el reguetón y Turizo lo dejan claro: Quiero chingalte.
Sin Georgie Dann, sólo Jordi Hurtado y Shakira sobreviven. Y una sensación, lo que aborreces ahora, lo pedirás en una boda en septiembre.