¿Qué pasa contigo? Le pregunta Paul Newman a Robert Redford, Butch a Kid, ante un acantilado. O saltan o los acribillan. ¡No sé nadar!, le grita avergonzado. La caída seguramente te matará, le responde a carcajadas. Imagino algo así la discusión entre amigos para abrir el Cine Maravillas. A José Valterra, Fernando Vicente, Joaquín Navarro, Amor Cote y Nacho Navarro todavía no les han pagado las ayudas por creación de empleo que prometía Felipe González. Había cerrado el cine sindical, el de los Franciscanos y el Victoria y los estrenos llegaban con más retraso que el tren, más de un año. A los pocos meses ya solo quedaban Nano y Nacho, y el acantilado.
Sus primeras fotos son con una hormigonera y el salón de actos de La Salle, eso era el cine, sin suelo si quiera, la película eran ellos. Han sobrevivido a los videoclubs, el pirateo, el cine en casa y pelean con las plataformas. Pimpi tendrá el guion empezado: medio arruinados, cuando van a abrir, el otro cine de la capital había comprado todas las películas. Bienvenidos al Oeste. Nacho recuerda que comenzaron reponiendo “Mi tío” de Tati y acudió un espectador.
Dice Iñigo Domínguez que ver amanecer es subversivo, no más que ir al cine, incluso te piden que silencies el puto móvil. A la mierda las teorías del tiempo, en una hora y pico dudas lo que piensas, quién eres y hasta tu felicidad. Una película marca tanto como un verano. Sales con más canas y, a la vez, recuerdas que no querías ser banquero, ni rico, sino Superman o Indiana Jones.
Nacho tiene pinta de héroe, pero de una de Tarantino. Su altillo, el arca de Noe del cine, oculta seguro cadáveres, en plan Justino. En Teruel hay que pactar con el diablo para fomentar tanta cultura: Drexler, Carbonell, cortos para niños, Un día de cine, la Linterna mágica, millones de cines de verano, teatro, ópera y cualquier festival o pimpollo emergente, a quienes los gestores locales han sabido ir aniquilando, con excusas. Con zagales que prefieren unas alitas de plástico, dolby surround y la enésima película de la saga no sabemos cómo acabará la película, pero sí quien es el bueno y cumple 40 años en el acantilado.
Sus primeras fotos son con una hormigonera y el salón de actos de La Salle, eso era el cine, sin suelo si quiera, la película eran ellos. Han sobrevivido a los videoclubs, el pirateo, el cine en casa y pelean con las plataformas. Pimpi tendrá el guion empezado: medio arruinados, cuando van a abrir, el otro cine de la capital había comprado todas las películas. Bienvenidos al Oeste. Nacho recuerda que comenzaron reponiendo “Mi tío” de Tati y acudió un espectador.
Dice Iñigo Domínguez que ver amanecer es subversivo, no más que ir al cine, incluso te piden que silencies el puto móvil. A la mierda las teorías del tiempo, en una hora y pico dudas lo que piensas, quién eres y hasta tu felicidad. Una película marca tanto como un verano. Sales con más canas y, a la vez, recuerdas que no querías ser banquero, ni rico, sino Superman o Indiana Jones.
Nacho tiene pinta de héroe, pero de una de Tarantino. Su altillo, el arca de Noe del cine, oculta seguro cadáveres, en plan Justino. En Teruel hay que pactar con el diablo para fomentar tanta cultura: Drexler, Carbonell, cortos para niños, Un día de cine, la Linterna mágica, millones de cines de verano, teatro, ópera y cualquier festival o pimpollo emergente, a quienes los gestores locales han sabido ir aniquilando, con excusas. Con zagales que prefieren unas alitas de plástico, dolby surround y la enésima película de la saga no sabemos cómo acabará la película, pero sí quien es el bueno y cumple 40 años en el acantilado.