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Las horas

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Javier Lizaga

¿Qué hará la empresa con toda la bolsa de horas acumuladas? El de recursos humanos titubea, para luego tratar de culpar a los trabajadores: a ver si es que “se enredan” al ponerse los uniformes. Y cínico afirma “ya decimos que no hay que trabajar tanto” y un “estamos viendo la fórmula”, como remate.

Anna Pacheco nos hace sentir de un golpe gilipollas y tan únicos como el tumulto en la sala de espera de urgencias. Pero, entonces, ¿hay alguien en este país que no haga horas extras? Pandereta y excusas.

Anna Pacheco pasó siete meses de cruceros y hoteles de lujo, pero al otro lado, infiltrada como trabajadora. Empezó a preguntarse qué es lujo y acabo cómo Gustavo Adolfo diciendo eres tú, cuando comprobó que un trabajador servicial es el top.

“Hay que tirar del hilo, interesarse por lo que nos cuenten los clientes”, les instruye el de recursos humanos porque “lo ha leído en Forbes”. Mucha domótica pero mola más el servicio medieval.

Anna de paso plantea que el turismo es eso: ir a hacer fotos a un sitio muy fotografiado, para que siga siéndolo, círculo infinito. Hay una definición redonda: no sólo nos han dicho que es posible que otro pobre sirva un batido a un pobre, o atiborrarse en el bufete, sino que parece lo más sensato que un adulto puede hacer con su dinero. Y así el turismo se ha convertido en la mayor industria. Falta la banda de música para recibir a los autobuses de turistas-oveja.

Mola leer el libro ahora que nos empezamos a preguntar: pero, ¿dónde vamos este verano? Y después de que todos los informativos nos muestren cómo España entera se ha ido de vacaciones de Semana Santa, en una especie de grito sordo: ¡hay que irse, sean turistas! Ya pasaba con la droga, pero si lo toma todo el mundo, no seas idiota.

Es verdad, nada más lógico que despilfarrar una semana para trabajar como mulos el resto del año. Por si acaso esta vez sí que pagan las horas.