Escucho tonto ella y tonto él, y se me revuelven las tripas. Miguel Ángel Berna nos contó que acabó hasta el pirri de un periodista madrileño (¿casualidad?) en la presentación de su obra “Amares”, esa preciosidad dedicada a contar con danza la historia de Juan Diego e Isabel. Y que acabó encabronao, porque la chanza suponía tomarse a solfa algo tan trascendental como el amor. Ya ni hablamos de lo mundano. Desde el mote en el colegio, a la coletilla cuando dices, “de Teruel, pero ¿Teruel…?”. Más que tus neuronas, dan ganas de responder. Y así llegamos, a la madre del cordero. El frío.
Somos el G7 del espacio del tiempo, Estados Unidos para los meteorólogos, el consuelo de media España, “hostia, allí si que hará frío”. No nos entienden, pensaba, mientras veía congelarse la camiseta que acababa de tender, en ese sistema que usamos muchos, en Teruel, para planchar menos, primero ultracongelar. Desconocen lo social que es hablar de ropa térmica con desconocidos. Incluso ignoran que te cataloga. Porque uno que, de verdad, sea de aquí, de ocho bajo cero hasta -30 sólo comenta: “hoy sí que hace un poco de fresco”. Nada de frío, amantes.
Si tuvieran un poquito de interés, les contaríamos que si hay tres en una tienda, se dice “estaba a tope”, que conoces el nombre de pila de todos tus proveedores de alimentos, que el dueño del bar donde tomas café tiene más datos tuyos que feisbook y su prima juntos. Quitao el primer susto, abolida la ley de intimidad, todo son ventajas. Mientras España entera debatía sobre el drama vital de cancelar las cabalgatas, aquí cogíamos turno para que los Reyes atendieran uno a uno a nuestros hijos. ¿Quiere decir todo esto que estamos de puta madre? Pues no. Porque nos gustaría tener un tren a 120 km/h, fibra donde alguien quiera montar un negocio y un médico a 20 minutos, y no a días alternos. ¿Quiere decir esto que no sabemos que en Teruel se vive de puta madre? Pues tampoco. Nos encanta vivir aquí y estamos bien de autoestima, gracias. Y las oportunidades perdidas son los fondos que no se gastan, los proyectos que no se licitan. Pongan medios y déjense de monsergas y tópicos. Llama la atención que tras tantos prejuicios, ahora les moleste que nos llamemos “España vaciada”. Excusatio non petita, accusatio manifesta, decían los latinos, en otro tópico.
Somos el G7 del espacio del tiempo, Estados Unidos para los meteorólogos, el consuelo de media España, “hostia, allí si que hará frío”. No nos entienden, pensaba, mientras veía congelarse la camiseta que acababa de tender, en ese sistema que usamos muchos, en Teruel, para planchar menos, primero ultracongelar. Desconocen lo social que es hablar de ropa térmica con desconocidos. Incluso ignoran que te cataloga. Porque uno que, de verdad, sea de aquí, de ocho bajo cero hasta -30 sólo comenta: “hoy sí que hace un poco de fresco”. Nada de frío, amantes.
Si tuvieran un poquito de interés, les contaríamos que si hay tres en una tienda, se dice “estaba a tope”, que conoces el nombre de pila de todos tus proveedores de alimentos, que el dueño del bar donde tomas café tiene más datos tuyos que feisbook y su prima juntos. Quitao el primer susto, abolida la ley de intimidad, todo son ventajas. Mientras España entera debatía sobre el drama vital de cancelar las cabalgatas, aquí cogíamos turno para que los Reyes atendieran uno a uno a nuestros hijos. ¿Quiere decir todo esto que estamos de puta madre? Pues no. Porque nos gustaría tener un tren a 120 km/h, fibra donde alguien quiera montar un negocio y un médico a 20 minutos, y no a días alternos. ¿Quiere decir esto que no sabemos que en Teruel se vive de puta madre? Pues tampoco. Nos encanta vivir aquí y estamos bien de autoestima, gracias. Y las oportunidades perdidas son los fondos que no se gastan, los proyectos que no se licitan. Pongan medios y déjense de monsergas y tópicos. Llama la atención que tras tantos prejuicios, ahora les moleste que nos llamemos “España vaciada”. Excusatio non petita, accusatio manifesta, decían los latinos, en otro tópico.