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Europe Europe
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Javier Lizaga
Mi primer contacto con Europa fue el póster de unos tíos peludos arriba del cabecero. Eso era jugársela, el descorchón de la chincheta en el gotelé comprometía a elegir bien.

Los rockeros suecos a quienes les habían dicho que tenían que cortarse el pelo para triunfar. Pasaron, triunfaron, se separaron y dejaron de currar. Vean las diferencias con el sueño americano.

Su temazo ya era visionario: nos piramos a Venus. Como dice Marina Garcés, toda opresión comienza por asumir una especie de “no sabemos pensar lo que está pasando ni cómo intervenir en ello”.

Byung-Chul lo resume en el “cansancio” que aísla y divide.  Cuánto más nos exigen rendir, más nos invade. Imposible resumir mejor la actitud cuando te dicen que hay elecciones europeas, y, en general, la actitud hacia un mundo que parece inabordable, lejano, e insoportable.

Seguramente los zagales sigan sin saber dónde está Maastrich. Pero ya no aprenden inglés con Muzzy, esa bola verde sí que era euroescepticismo.

Los de mi generación descubrimos Europa a golpe de ese turismo fruto de una “lista de destinos y tareas” que critica Azahara Alonso en Gozo. Vuelos low cost y leyendas Erasmus. Solo lamentamos el fin de los quintos a 100 pesetas. Nuestros 18 se perdieron con el redondeo.

Hay una anécdota clave en la foto de familia tras la primera reunión del G7 en Cornualles. Todos posando como estrellas pop y se incorpora la difunta Isabel II que les pregunta: ¿pero tiene que parecer que os estáis divirtiendo? Ese fingimiento contagia Europa entera y cuestiona no qué somos, sino qué queremos ser.

Esta semana se hizo viral el video de una enfermera española que entra bailando al hospital noruego donde le pagan unos 50.000 euros. Esas cosas son las que se deciden este finde.

No es la cuenta atrás pero bueno, sigo siendo fan de los derechos, la solidaridad y el medio ambiente, de Europe.