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El hayedo  de Ciñera El hayedo  de Ciñera

El hayedo de Ciñera

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Javier Lizaga
A veces vas buscando un hayedo y te encuentras una historia. El de Ciñera es casi de cuento. Me hizo gracia que en el pueblo alguien hubiera levantado una cabina minera, en el centro de la plaza más importante, como esas penas que guardas en el bolsillo a la altura del corazón. Me dejó helado que fuera en memoria de seis mineros muertos. No es que todo esté inventado, es que además suele estar ya publicado. 

La cabina con sus mazas y cascos, oxidada, como los recuerdos, de varios metros de altura, la hizo Manuel Moure. Él estuvo desde los 15 años en la mina. Ahora con 76 espera aun la sentencia por el accidente que hace 11 años mató a su hijo. 

Su otro hijo le ha prometido que seguirá la lucha si él muere. El juicio, sin sentencia todavía, acabó en febrero de 2023 y ya saben, una jueza de baja, una familia importante, y otras seis olvidadas.

Fue, de hecho, el último gran accidente de la minería española, la que hermana a una parte de España. Una bolsa de grisú asfixió a seis picadores, a 700 metros bajo tierra, los sacaron sus propios compañeros, por galerías de menos de metro y medio de alto. Los mismos que acusan a la compañía Hullera Vasco Leonesa de falta de seguridad, a sus 16 directivos. Cayeron también Antonio Blanco, Orlando González, Luis Arias y Carlos Pérez, padre de Nuria que tuvo que dejar los estudios para ayudar a su madre, que murió de cáncer. 

Mi abuelo diría que es la historia de nunca acabar. La que se repite en Concud, donde los vecinos no pueden ni respirar por los vertidos a una balsa ilegal de una empresa jamonera. Ilegal, pero que el ayuntamiento no precinta. 

La historia de los gigantes que plantarán molinos en el Maestrazgo, por encima de quien sea. ¿Cuántos millones vale el destrozo que dejan? En Ciñera, como en Andorra, lo saben bien: de los pobres, luego, no se acuerda nadie.