Síguenos
El bando arcoíris El bando arcoíris

El bando arcoíris

banner click 236 banner 236
Javier Lizaga
Magritte tiene un cuadro con una pipa dibujada y el texto “esto no es una pipa” al que Foucault le dedica un libro. Un juego para demostrar que los símbolos son tan arbitrarios como las palabras. Tan asumido como que usted parpadeará unas 15 veces mientras lee esto, sin darse cuenta. Merecería otro libro el banco color arcoíris junto a la fuente Torán de Teruel: más tiempo vallado que en uso, tres veces reventado y donde nunca hay nadie sentado. 

Teruel es una ciudad de símbolos: “ciudad amiga de la infancia”, sin que sepamos si ello incluye las gominolas, propicias al ahogamiento, que reparten cada nochevieja infantil, o colocar una carpa en la Glorieta para que los borrachos meen en el parque de juegos.
Tenemos un centro peatonal, siempre transitado por coches, un hospital sin accesos y hasta nuestro símbolo, el Torico, es de pega. Los símbolos, hubiera dicho Foucault, son más falsos que las intensidades en faisbuk. 

“El verdadero misterio del mundo es lo que se ve, no lo invisible”, decía Oscar Wilde. El banco ha sido un espectáculo. Primero, la petición de Chrysallis (Asociación de Familias de Infancia y Juventud Trans) hizo que se pintara (bienquedismo) un banco donde solían sentarse miembros de la generación petanca a chafardear, ese deporte de ver quien pasa. 

Era como ponerle avenida Pedro Zerolo a la calle principal del barrio Salamanca. Aunque dos mendigos y sus borracheras los expulsaron antes. Viva el espacio público.

Esta Navidad es cuando de modo consecutivo han tirado pintura, han roto y han pintado con spray el banco. Ni el amor ni lo concurrido de las fechas lo ha evitado. Como dice el hijo de un nazi al escritor que le presenta las pruebas en Ruta de escape: pensaba que usted cambiaría de opinión. Así son los nazis, piensan que el mundo les subyuga a ellos. Más simbólico aún es que todo haya discurrido sin que a nadie le haya importado mucho. ¿Harán algo de verdad o solo otro símbolo?