Igual que somos la ciudad del Amor, los dinosaurios, el mudéjar y otras menudencias, espero que optemos pronto al título de “capital de la explanada”. Falta que lo diga una de esas revistas de excelsa calidad y escasa neurona dedicada a la arquitectura.
¿Quién quiere un Calatrava cuando puedes tener tu propia creación? Olvídense de la plaza del Torico, Teruel tiene un nuevo centro neurálgico, social y artístico en la explanada de los Planos. Desde las fiestas chonis tras cierre de discoteca y los botellones masivos no ha tenido un aparcamiento, cuatro rayas y unas farolas, tanto protagonismo.
¿Para qué queremos un auditorio? No hay mejor lugar de conciertos, colapso incluido, y, a la vez, con capacidad para molestar a los vecinos de todo un barrio. Y siempre con la posibilidad de que algún borracho cruce la carretera nacional.
¿Para qué un camping? No hay mejor recibimiento a los turistas que visitan Dinópolis que unos calzoncillos de feriante al aire. Para que vean que pasado y futuro se dan la mano.
Caseta de turismo, dos pabellones, una piscina, otra, no seamos gafes, venidera, campos de fútbol, padres, niños, abuelos, todo cabe. Si hay una Feria y el Palace se queda pequeño, se coge un trozo, si viene la Baja Aragón, ¿cómo no incluir en semejante competición el cuello de botella hecho rotonda y la belleza de Los Planos? Y, por supuesto, también sirve para aparcar. Como comprenderán es lo de menos. Aunque, eso sí, ya puestos se aparcan camiones, caravanas y si hiciera falta un ovni.
Para rizar el rizo, obras en plazo, semejante centro logístico contará en su haber con un burriquín próximamente. Porque la comida puede ser basura, pero para criticar primero hay que probarlo.
Y si algo sobra en Teruel es sitio, eso dicen, otra ventaja de meter siempre todo en Los Planos. Hay quien incluso va a pasear por allí. Normal, es un espectáculo más grande que la explanada.