En otro universo paralelo, van por la edición nosecuantos de OT, que eso debe ser el futuro, o el fin del mundo, perder la cuenta de las sagas y que acabe Cuéntame. No me habría interesado lo más mínimo si un amigo no hubiera puesto un video de una zagala, en plan charla.
“Las cosas malas que suceden no dependen de nosotros, la meritocracia no existe”, y “no al que más se esfuerza, mejor le salen las cosas. Aceptar el fracaso, no te hace triunfador, pero hace que dejes de perseguir fantasmas”. Los chavales hubieran mirado con más sosiego a Alien.
El chiringuito está tan bien montado que sacar a alguien diciendo lo contrario a lo que vamos a hacer a los cinco minutos, no es ya un contrasentido, sino una muestra de libertad. Sería como escuchar hablar a Letizia del amor romántico o a su suegro hacer un anuncio de Hacienda.
Somos la misma sociedad capaz de celebrar a bombo y platillo el día de la paz en los coles y abrir telediarios con los niños asesinados en Gaza. Los mismos de dieta mediterránea, biodiversidad y amo la tranquilidad, mientras proliferan Burrikings, molinos y turistadas, hasta en Teruel.
El último grito de la hipocresía se llama botox o ácido hialurónico, que lo van a tener que vender en Mercadona.
O mucha gente está aprendiendo a tocar la trompeta (dice un colega que se te hinchan los morros) o el asunto es para sospechar.
Para Ester Jordana no hay mayor muestra del control social y político que sufrimos que la cansina repetición de “¿soy normal?”, que nos autoimponemos.
Byung Chul Han da un paso más, el cuerpo es ya otro recurso económico que explotar. Entiendo el logro: por fin se ha roto la disyuntiva entre culo y cara.
Más que nunca El Patito Feo es un cuento, contado por adultos pueriles que no se aceptan. E hipócritas. Pero muy rentables. Tal como están los precios, la verdad tiene, al menos, la ventaja de ser barata.