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Bodas y funerales Bodas y funerales

Bodas y funerales

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Javier Lizaga

A las 9 de la noche del domingo, con una legislatura por escrutar, Emma Buj ya era alcaldesa de nuevo. Mientras se negaba a hacer cualquier valoración “hasta que no esté al 100%”, un antiguo alto cargo pasaba, incluso de las encuestas, con su recién encargado gin-tonic. Hay elecciones que acaban como las bodas y hasta en el PP se descoordinan las voces: “¡Alcaldesa, alcaldesa, alcaldesa!”.

Emma sólo intervino pasada la medianoche. Para entonces, Azcón ya había gritado: “Hemos ganado las elecciones”, como para creérselo. Fue preguntarle a Emma por la mayoría absoluta y se puso a hablar de licitaciones y adjudicaciones. Como si en lugar de las elecciones hubiera acabado la junta de gobierno de los lunes. Tan ordinario que quizá es lo extraordinario, cuando hay quien sigue mirando al torico, a ver si es de plástico.

“Es lo que hay”, dejó caer a mi lado un alto cargo del partido socialista. En la tele Ranera y Lambán repitiendo “tsunami” como quien dice brainstorming en el curro. Y todavía no sé si criticaba a los candidatos, o asumía la situación.

Las elecciones también tienen mucho de sepelio. Todos muy amables. Le daban tantos ánimos a Coca López Juderías que la estaban desanimando.

“Estamos donde nos han querido poner”, resumió Guitarte, y pareció que más que sus primeras elecciones empezaba una disertación sobre la vida y las expectativas.

Izquierdo repitió “somos decisivos”, muy de manual de autoayuda. Aunque fue Nolasco y su “va a ser un lugar mejor y vamos a acabar con el desgobierno”, el que recordó que antes de político fue escritor de ficción. Incluso el “que me llame” dirigido a Azcón, sonó a homenaje a Eurovisión, llámame, llámame.

Decidí marcharme cuando alguien le pidió que pusiera remember al técnico de sonido, confundiéndolo con el dj de una boda. Con los años uno trata de esquivar, casi por igual, bodas y funerales.

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