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Boca seca Boca seca

Boca seca

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Raquel Fuertes

Quieres hablar. No puedes. Todo estaba bien, hasta hace un rato. Hasta que en medio de esa conversación has empezado a notar que te costaba despegar los labios, que estaban tan juntos, tan secos que no podías ni intentar abrirlos para articular lo que te viene a la mente a borbotones, desorganizado, a empujones. Sin sentido.

Una vez abiertos los labios eres consciente de que no hay rastro de humedad en tu boca. La saliva se ha evaporado y tu lengua de pronto parece enorme, tiene dificultad para moverse en cualquier dirección. Tal vez conserve dentro todo el líquido que ahora no sientes en tus labios, en tu paladar, en tu garganta ni en todo lo que rodea a esa lengua que parece yerma en tu boca.

Quieres hablar. No puedes.

¿Es el miedo? Quizás. Te atenaza tal temor que sientes una parálisis inmensa mientras tu corazón bombea a máxima capacidad. Quizás hasta quisieras gritar. Si pudieses. Si no tuvieras esa horrible sensación de que alguien ha secado tu garganta hasta dejarte en una inmovilidad que te aterroriza aún más. ¿O tal vez sea la tristeza? Lloras. Tanto que quizás no puedas hablar porque todo el agua de tu cuerpo se ha marchado a cubrir las necesidades de lágrimas en tus ojos. Quisieras expresar tu pesar, lo que te atormenta hasta haberte hecho caer en este silencio que no deseas, al que no puedes hacer frente. Las palabras no brotan. Si al menos pudieras decir cuánto sufres, que lo sientes, que no volverá a ocurrir… Pero solo el llanto rompe el silencio.

¿Será impotencia? La rabia te corroe. No puedes más. Quisieras poder responder brillante, inteligente, sagaz y poder explicarlo todo de una forma razonable. Pero las palabras se amontonan en tu cabeza mientras te empequeñeces y te sientes miserable en lugar de grande y fuerte. Eres nimiedad cuando debieras ser poder. ¿Cómo vas a vencer la sequedad de tu boca cuando te sientes cualquier cosa menos valiente?

Un vaso de agua, por favor. Una tregua que hidrate los miedos, la tristeza, la impotencia y devuelva a las palabras su ímpetu, su capacidad de apaciguar, serenar, templar y proporcionar fuerza a través de la razón. Volver a hablar. Aunque sea en defensa propia.