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Al otro lado Al otro lado

Al otro lado

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Javier Lizaga

Entre las noticias y la vida siempre hay una brecha. Podría ser, incluso, un río o un barranco. Por ahí se despeñan nuestras ganas de que alguien cuente que nos vamos de puente o acaba de nacer nuestro sobrino Segismundo. A un lado, las ruedas de prensa, al otro, de lo que hablamos con un café. Hay noticias que pasan al otro lado, como una pedrada, y acaba la investidura entre los entremeses del domingo, o quienes cruzan y confirman que allá siguen los vivos.

Miraba el desescombro de San Francisco desde la acera de en frente, incómoda pero a ras de suelo. No veía nada. Podría cambiar sus nombres, pero no. Fue Isidro quien me ayudó a ver el peluche de su hija, que tanto habíamos grabado, el calentador de su casa. Amparo se emocionó al ver las cortinas de su piso. No eran sus miserias, sus escombros, sino los nuestros. “40 años de mi vida están ahí, ¿cómo voy a pagar todo esto y construir un piso nuevo? Si todo lo que tengo ahora es un sueldo y un piso prestado”.

A falta de enseres, surgen preguntas: ¿cuándo estarán los estudios, incluido el de alcantarillado? ¿cómo se va a ayudar a los vecinos? ¿asesoramiento, préstamos, preferencia en vivienda de protección? ¿por qué no hay un calendario fijo de reuniones e información a los afectados? ¿el objetivo final es un muro pantalla y un boquete o hay un proyecto para rehacer el edificio y toda la calle? ¿por qué no se empieza a tramitar algún Plan Especial que aborde la regeneración urbana de todo el barrio?

Las preguntas pueden verse tan adelantadas como lentos nos parecen los trámites a los ciudadanos, véase una piscina o un Edusi.

¿Por qué te olvidas, por qué te alejas…? Comienza un poema de José Hierro, e incluso, esa pregunta también queda por contestar. ¿Por qué la calle San Francisco ya no es noticia? Aunque quizá sea eso, que lo importante sigue al otro lado, al que, a veces, nos jode mirar.