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Hablemos de lo que da miedo Hablemos de lo que da miedo

Hablemos de lo que da miedo

Beatriz Izquierdo
Querido lector: Me resulta preocupante escuchar, de manera reiterada, que no hay que meter miedo a los niños porque podríamos traumatizarles. Informar a los menores sobre los riesgos a los que se enfrentan no tiene nada que ver, por supuesto, con contarles detalles escabrosos de sucesos escalofriantes. Pero debemos tener claro que no informarles adecuadamente de los peligros que existen los desprotege y, por tanto, supone una irresponsabilidad.

Con un lenguaje adecuado a su edad, debemos tratar de transmitirles que, en el mundo que les rodea, pasan cosas malas y que no todas las personas con las que se van a encontrar tienen buenas intenciones.

También tenemos que dejarles claro que estamos aquí para protegerles y formándoles en las precauciones que deberían adoptar.

Por ejemplo, si un menor de edad desconoce que todo lo que aparenta ser un juego puede no serlo en realidad, difícilmente podrá pedirnos ayuda en el caso de que un pederasta le embauque bajo cualquier burda excusa y le pida que guarde ese terrible secreto.

Es importante que sepan que no deben guardar secretos con quienes los queremos y protegemos. Debemos de hacerles entender que nos lo pueden contar todo.

Me preocupa, de igual modo, escuchar que no tiene sentido hablarles acerca de peligros que representan “casos aislados”. El peligro del caso aislado es que cuando te afecta a ti, te afecta al 100%. Ahí no hay estadística que valga.

Pero, además, ¿son realmente casos aislados? Sólo en el ámbito del abuso sexual infantil podemos mencionar dos datos muy ilustrativos. En primer lugar, según la Organización Mundial de la Salud, uno de cada cinco menores sufre ese abuso antes de cumplir los 17 años. Y, en segundo lugar, Save the Children analizó, en 2023, 400 sentencias de abuso sexual infantil en España y llegó a la siguiente conclusión: en ocho de cada diez casos el agresor es una persona del entorno familiar (o conocida del niño o niña).

¡Hasta la próxima columna, querido adulto responsable!