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El lenguaje secreto de los adolescentes El lenguaje secreto de los adolescentes

El lenguaje secreto de los adolescentes

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Beatriz Izquierdo
Querido lector: a raíz del éxito cosechado por la serie Adolescencia, en la que un menor de 13 años es acusado del asesinato de una compañera de clase, se ha generado, a nivel mundial, un importante debate acerca de nuestro modelo de crianza. La serie supone un revulsivo, doloroso a la par que necesario: sin una preparación previa y un posterior y progresivo acompañamiento, las habitaciones de nuestros menores no son lugares seguros si allí tienen acceso ilimitado a internet.

Una de las cuestiones que más impacto ha causado entre las familias es conocer que los menores tienen unos códigos para comunicarse entre ellos en el entorno online, que la mayoría de los adultos desconocen. Y no puede obviarse que esos códigos, además, se utilizan por los depredadores que contactan con ellos haciéndose pasar por un menor, mimetizándose con su lenguaje.

Estos son algunos ejemplos de acrónimos (en inglés): GNOC: Get nude in front of the camera (desnúdate frente a la cámara); CU46: See you for sex (nos vemos para practicar sexo); PIR: Father in the room (mi padre está en la habitación).

Aunque es nuestro deber tratar de informarnos, es imposible conocer cada código. Sin embargo, solo con ser conscientes de que su comunicación puede ser en clave ya estamos más cerca de poder protegerles.

Y para entender su forma de comunicación hay que conocer que no solamente usan acrónimos, sino también emoticonos. Así, las combinaciones son infinitas y su creatividad increíble. Donde un adulto vería un simple melocotón, ellos ven unas nalgas. Donde veríamos unas tijeras, ellos ven el símbolo de las autolesiones. Ante una calavera, que para nosotros representaría algo tétrico, ellos muestran un ataque de risa. O podría ser un caballo para referirse a la ketamina; y es que lo que para nosotros no parece tener ningún sentido sí que lo tiene, porque la ketamina se utilizaba tradicionalmente como un sedante para los caballos.

¡Hasta la próxima columna, querido adulto responsable!