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La responsabilidad es una palabra con la que entramos en contacto desde la infancia. Se nos habla de responsabilidades en casa o en la escuela asociándose principalmente al cumplimiento de reglas o deberes. Conforme crecemos las responsabilidades crecen con nosotros, a mayor edad tenemos mayor responsabilidad. Parece que intuitivamente construimos la idea de que la responsabilidad es hacerse cargo de las cosas, de las situaciones y de las personas.
En este último caso podríamos pensar que la responsabilidad solo está presente en relaciones que implican una jerarquía entre las partes, padres/madres con hijos, el hermano mayor es responsable del menor, un gerente es responsable de sus empleados, un profesor de sus alumnos, etc. En las relaciones sexoafectivas es quizás en las que este concepto alcanza una especial relevancia, pero en realidad, esta responsabilidad afectiva es una parte fundamental de cualquier relación que establecemos como individuos.
Y ¿qué es y qué implica? Para mi es la que construye relaciones equitativas, respetuosas -con el otro y conmigo misma-, transparentes. Es saber que las personas tenemos la capacidad de generar impactos en otras y ser conscientes de que estamos expuestos a los impactos que van a generar en uno mismo. Es una forma de actuar en la que hemos considerado cómo influiré en otras personas y nos hacemos cargo de nuestras acciones.
De lo que hacemos y no hacemos, de lo que decimos y de lo que callamos. Ahora que está de moda este término y que se usa constantemente en redes sociales y que todo el mundo dice que es responsable afectivamente se me antoja en muchas ocasiones puro postureo porque el equilibrio entre conseguir lo que uno quiere y no dañar a los demás a veces es todo un reto. Pero se puede elegir. Yo, por si acaso, intento tener siempre muy presente que la responsabilidad afectiva está en todo, engloba gestos, presencia, comunicación de estados emocionales, expectativas, respeto. Un comportamiento que se sitúa entre actuar pensando en mi sin descuidar a quien tengo alrededor.
En este último caso podríamos pensar que la responsabilidad solo está presente en relaciones que implican una jerarquía entre las partes, padres/madres con hijos, el hermano mayor es responsable del menor, un gerente es responsable de sus empleados, un profesor de sus alumnos, etc. En las relaciones sexoafectivas es quizás en las que este concepto alcanza una especial relevancia, pero en realidad, esta responsabilidad afectiva es una parte fundamental de cualquier relación que establecemos como individuos.
Y ¿qué es y qué implica? Para mi es la que construye relaciones equitativas, respetuosas -con el otro y conmigo misma-, transparentes. Es saber que las personas tenemos la capacidad de generar impactos en otras y ser conscientes de que estamos expuestos a los impactos que van a generar en uno mismo. Es una forma de actuar en la que hemos considerado cómo influiré en otras personas y nos hacemos cargo de nuestras acciones.
De lo que hacemos y no hacemos, de lo que decimos y de lo que callamos. Ahora que está de moda este término y que se usa constantemente en redes sociales y que todo el mundo dice que es responsable afectivamente se me antoja en muchas ocasiones puro postureo porque el equilibrio entre conseguir lo que uno quiere y no dañar a los demás a veces es todo un reto. Pero se puede elegir. Yo, por si acaso, intento tener siempre muy presente que la responsabilidad afectiva está en todo, engloba gestos, presencia, comunicación de estados emocionales, expectativas, respeto. Un comportamiento que se sitúa entre actuar pensando en mi sin descuidar a quien tengo alrededor.