Me apasiona comer, me encanta cocinar y probar cosas nuevas. Sigo en redes sociales a personas que han hecho de su pasión por la cocina su modus vivendi y me entretiene una barbaridad. Me relaja y aprendo recetas originales con las que sorprender a los míos. Me gustan especialmente aquellas recetas de aprovechamiento. Donde virtuosas de la cuchara de palo utilizan restos de otros platos ya cocinados o de verduras y hortalizas que se quedan viudas en la nevera. Se pueden hacer platos ricos y nutritivos. He puesto en práctica algunas y el resultado no ha estado nada mal. No se pueden imaginar lo difícil que resulta para una persona que vive sola y no tiene demasiado tiempo para los asuntos domésticos, el comer variado, sin perder por el camino algunos ingredientes que terminan en la basura. Me da una rabia infinita.
¿Saben que España ocupa el sétimo lugar en Europa en volumen de desperdicio de alimentos? Según datos del Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación tiramos casi 8 millones de toneladas al año. Así lo destaca un artículo de Isabel Cerrillo, investigadora de nutrición y bromatología de la Universidad Pablo de Olavide de Sevilla, que mete el dedo en la llaga con otro dato horripilante: en 2021 los hogares españoles tiraron más de 1.200 millones de kilos de alimentos sin consumir, lo que equivale a 28 kilos por persona. ¡Desperdiciamos más de un tercio de los alimentos que se producen en el planeta! El dato es escalofriante, más aún si lo comparamos con los del informe “Tras la crisis, la catástrofe”, publicado con motivo de las reuniones del Banco Mundial y el FMI en primavera y que apunta que, para finales de este año, un total de 860 millones de personas podrían vivir en situación de pobreza extrema (con menos de 1,9 dólares al día), lo que se reflejaría también en los niveles de hambre en el mundo: el número de personas que padecen desnutrición podría alcanzar los 827 millones este año. No hay excusa posible, control y mesura en la cesta de la compra, productos de proximidad y más congelador.