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Políticas Políticas
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Camino Ibarz

Me fascina la política, la buena política. Me gustan las jornadas electorales, me pongo nerviosa al meter mi sobre en la urna y la noche del escrutinio me encanta. Menos me gustan las partidas de cromos de después, donde partidos que han obtenido muchos menos votos que en anteriores comicios, o sea, que tienen menos respaldo ciudadano, -que parece que no hacen nunca esta lectura-, proponen combinaciones casi imposibles por mantenerse en el poder.

Comienza “el juego” como dice alguno. Eso para mí no son pactos de verdad, no son acuerdos ni propuestas serias para el diálogo. Son otra cosa. Y eso que creo indispensable que cada uno de nosotros pasáramos al menos una vez en la vida por un cargo de responsabilidad ya sea en un partido político, en una institución, asociación o colegio profesional, etc. Se aprende mucho gestionando lo de todos y se entiende también el esfuerzo que supone. Así quizás respetaríamos más la política. Entendida según el significado etimológico como la actividad noble que implica, diálogo, consenso, acuerdo, desarrollo, debate de ideas, intereses...

Porque para mí política no es sinónimo de poder, es mucho más que eso y me resulta difícil imaginar que el ser humano viva sin ella. Política es también lo que para San Isidro hacen en Bañón. Durante tres jornadas sus vecinos colaboran en el arreglo de los caminos del término municipal. Los trabajos los desarrollan mediante la fórmula colaborativa de la “concejada” en la que todos aportan su trabajo de forma altruista y voluntaria en beneficio de la comunidad. Establecen equipos de seis tractores y al lío. Otro ejemplo de que somos seres políticos cuando los miembros de una asociación acondicionan su sede a “azofra”, cada uno pone su tiempo y conocimiento para la mejora de lo común. La política es implicación e interés y en función de esto salen o no las cosas adelante. En los pueblos es importante la política, por eso no entiendo ni entenderé nunca que se postulen a alcaldes o alcaldesas personas que no viven en el pueblo que pretenden gestionar, y mucho menos, que obtengan el respaldo de los vecinos. ¿Estamos perdiendo el norte?